Miércoles de pasión este último de octubre en una tarde de fútbol de verdad que cuenta con el plus más que posible de una serie de daños colaterales. Y son daños que se dan cita en la noche de Heliópolis, con ese Betis-Celta que cuenta con el punto de dramatismo que proporciona la inestabilidad de sus patronos. Rubi y Escribá llegan con la espada del cese sobre sus nucas y ello le proporciona al pleito una gran carga emocional.
Ex aequo en los sótanos más profundos de la tabla y con los vigueses fuera de descenso por su mejor cuenta de goles, ambos arriban a la noche heliopolitana con todas las urgencias habidas y por haber. Me imagino a Escribá urgiendo a su tropa a que salgan enchufados a fin de multiplicar el efecto avispero del Villamarín. Un comienzo dubitativo de los verdiblancos sería como la efectiva chispa que prendiese el voluminoso arsenal que es hoy en día la grada heliopolitana, ergo...
Y aquí aparece un dilema que me corroe los adentros, porque con qué ánimo se le puede pedir a la fiel y numerosa clientela bética que apoye sin desmayo, ocurra lo que ocurra en los dos tercios de hectárea que comprende la yerba. No obstante, habrá que insistir en que lo que hoy se libra en Heliópolis es una batalla clave en pos de no perder la guerra. Ya sé que es mucho lo que resta para que las cuentas no tengan vuelta atrás, pero ni siquiera el cese de Rubi paliaría hoy un fracaso.
Y a la hora de autos ya sabremos qué fue capaz de lograr el Sevilla en Mestalla, ese rodeo tan principal en la historia del club. El solvente triunfo del domingo ante el arisco Getafe hizo que esta cita de hoy junto al viejo cauce del Turia tome un rol importante. Nada más y nada menos que la cita del Sevilla con la firma de escrituras para una plaza en lo más noble de la clasificación. Miércoles sin duda de pasión por circunstancias variopintas que van de la ilusión al drama.
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