COMO dijo aquel, me gusta tanto Islandia que prefiero verla de lejos. Es uno de esos destinos por el que aún estaría dispuesto a hacer una cola ante el mostrador de embarque, despojarme de los objetos personales, pasar un arco detector de metales, volver a hacer otra cola para entrar en el avión, esperar de pie un rato a que los tunantes de turno incrusten sus maletones en las bandejas destinadas a bolsos de mano, y esperar paciente unas horas, estabulado como un pollo, para llegar a mi destino. Pero de momento, repito, me resisto a romper la magia. Así que leo los relatos de viajes de quienes ya han estado allí, sigo a Verne en su viaje al centro de la tierra, o me demoro con las insondables sagas vikingas.

Debe ser una tierra fascinante, una isla no muy grande, del tamaño de Andalucía, poblada por apenas 300.000 personas, y sembrada de volcanes, glaciares y páramos de tierras negras. Hace ya varios años, allá por el comienzo de la "crisis", comenzábamos esta sección con la noticia de que, ante el marasmo económico que sufría Islandia y el desplome de la corona islandesa, McDonald's había decidido cerrar sus establecimientos y abandonar la isla. Mal presagio porque uno de los mantras de la popular cadena de comida es que donde existe un McDonald's nunca estallará una guerra.

Desde aquel tiempo de incertidumbre económica, Islandia, ha venido adoptando un peculiar modelo de gestionar la crisis que le ha llevado a caminar hacia una tasa de paro del 2% (sí, han leído bien: 2%).

La singularidad islandesa, con todos los matices desde luego que se quieran hacer, es que allí, en medio del océano, estos vikingos optaron por dejar caer los bancos en lugar de rescatarlos. El paro, en el momento más depresivo del ciclo económico llegó a alcanzar la cifra del 9%, absolutamente insostenible para esas mentalidades. Y en la actualidad, con lo peor ya dejado atrás, se sitúa en el 4%.

En su momento, allá por el 2008, los bancos llegaron a incumplir pagos por valor de 60.000 millones de euros (el PIB islandés roza los 10.000 millones de euros), y el gobierno optó por pasar de ellos y de la mayoría de los acreedores (en muchos casos fondos especuladores domiciliados en paraísos fiscales): así que decidió garantizar los depósitos de los islandeses y no pagar las deudas externas.

Quizá el hecho de tener moneda propia y no estar ligada a la disciplina del euro facilitó las cosas, todo lo contrario que en Irlanda. Pero el resultado ha sido espectacular. Se espera que la economía crezca casi un 3% en 2014 y que el desempleo vuelva a ser casi inexistente. Es más que probable que McDonald's vuelva a abrir sus restaurantes en los linderos del Círculo Polar Ártico.