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Calle Rioja

Francisco Correal

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Un minuto de silencio: suena La Canción de Roldán

Recuerdo Las sevillanas de 'Pasa la vida' de Manuel Garrido evocan en la Feria la última retransmisión de Santiago Roldán

Ambiente del real este sábado en la Feria.

Ambiente del real este sábado en la Feria. / José Ángel García

Después del funeral, acompañé al cortejo desde el tanatorio de la SE-30 hasta el cementerio de San Fernando. El sábado del alumbrado Sevilla enterró a don Carlos Amigo Vallejo y el sábado del apagado despedía a don Santiago Roldán. Dicen que fue un infarto. Pero había tal cantidad de amigos y compañeros en su última retransmisión, una red tan abigarrada de afectos y vínculos, que uno recordaba algo que leí no hace mucho, que hay dos corazones, el del cuerpo, que fue corneado por el astifino del infortunio, y otro que permanece incólume. Lo que leí fue que el amor es el corazón del alma. Esas arterias están en su hijo, en su familia, en su excelente trabajo. Santi era tan futbolero que cuando Tomás Furest, el gran Tato, se acercó a abrazar a Santiago Roldán II (en el Pontevedra, que acaba de ascender, jugaba un Roldán II), en el coche fúnebre con sus restos en lugar de Albia leí Albiol. En el Betis-Barcelona se guardó un minuto de silencio, qué cosa más rara para una persona tan unida a una voz inconfundible, que rehuía de la diplomacia para llamar a las cosas por su nombre, y el partido terminó con un gol de Alba a pase de Alves. "El silencio siempre sorprende", escribe Josep Pla en El Cuaderno Gris, anotaciones del 7 de mayo de 1918.

Salí del cementerio para coger el 10 junto al bar Vega, donde tantos finados son llevados al cielo por sus deudos. Al mismo tiempo subió una chica en traje de fiesta con una bolsa de Sfera. Chocaba una muchacha tan elegante, con sus perifollos, en un autobús urbano. Un par de horas después volví a verla. Era una de las invitadas a una boda que acababa de terminar en el Gran Poder. La vida sigue. Es lo mejor y lo más dramático de este juego.

La ciudad alegre y confiada seguía a lo suyo. Apurando las últimas horas de la Feria, que se viven como un milenarismo en miniatura. Un coche de caballos con turistas giraba de San Vicente hacia Cardenal Cisneros a la altura de Alfaqueque. El tirolés Peter Mair pasaba con su bicicleta por la calle Pascual de Gayangos. Unas jovencitas con atuendos de aquí y voces de allí caminaban con sus volantes por la calle Imaginero Castillo Lastrucci, el último sitio donde vivió Rafael de Cózar antes de mudarse al Aljarafe.

A la hora del minuto de silencio en el Benito Villamarín atravesábamos la portada de Feria. En la caseta de la Prensa estaba de guardia Pepe Bejarano. Hay fotos de la infancia ferial de algunos periodistas: Gloria Gamito, Montoya, Mamen Otero, Marcelo del Pozo, Ruesga Bono, Miguel Gallardo… Imaginaba cómo debió ser la Feria del niño Santiago Roldán. El año que viene se cumplen cincuenta años del traslado del Prado a Los Remedios. Muchas casetas estaban de recogida. Me abracé con Martín Risquez. Los dos habíamos estado en el tanatorio y nos encontrábamos en la caseta centenaria. Mis hijas hacían su particular lectura de las iniciales de la APS. Amigos para Siempre. Dos casetas a la derecha, en Juan Belmonte, una que se llama Los Feriantes. Sonaban en la voz de María del Monte las sevillanas de Manolo Garrido que inmortalizó Pata Negra. Era como un corolario al penalti de Miranda que cantó Santi, la canción de Roldán, y la pena máxima que nos paralizó al conocer su expulsión del terreno de juego. "Y pasa la vida, igual que pasa la corriente / cuando el río busca el mar / y yo camino indiferente donde me quieran llevar".

Hemos compartido algunos medios en diferentes etapas: El Correo de Andalucía, Radio Aljarafe, El País, donde le tomé el relevo de cronista con un Betis-Athletic el último día de agosto de 1996, la temporada que terminó con la final de Copa que el Betis le debió ganar al Barça de Figo y diez más. Hemos jugado muchas veces al fútbol con el Aspron Villa, donde me bautizaron como el bateador de Gales y él era un estilista corajudo, una mezcla de Megido y Anzarda.

La Feria estaba tranquila en sus últimos estertores. Tenía una placidez del Rocío en las vísperas del apocalipsis. La calle del infierno era otra cosa. Colas en todas las atracciones. Las buñoleras habían puesto el overbooking junto a la portada. Caminamos en pos de los fuegos. El cielo se llenó como de estrellas fugaces. No debe ser muy diferente el ruido de los misiles cayendo sobre Mariupol. Volvimos caminando por la calle que lleva el nombre de Juan Sebastián Elcano, muy cerca de donde salieron las naves que comandaba Magallanes. El equipo de Santi Roldán ha ganado su tercera Copa el año que la ciudad de Santi Roldán conmemora el quinto centenario del regreso de la nao Victoria, los 18 de la fama que le dieron la vuelta al mundo. Del tanatorio al real. Un escorzo de Valdés Leal personalizado en el cartel de Ricardo Suárez que está en numerosas casetas.

Carlos Barral, en sus memorias, Años de penitencia, cuenta que sólo vio un partido de fútbol en su vida, un Barcelona-Betis. ¿Cuántos Betis-Barcelona habrá visto Santi Roldán desde aquella infancia de la Feria del Prado con Rifé, Gallego, Eladio hasta este último choque con su hijo en el palco? Tiempo de Silencio. Ya casi nadie lee a Luis Martín Santos, cuyo libro estaba en un puesto ambulante junto al Parlamento de Andalucía.

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