La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

La mirada de Alfonso X a Antonio Muñoz

Parece necesario exportar la tontería del presente al pasado para hacerlo interesante a los tontos coetáneos

La foto es digna de verse. Está el delegado de Hábitat Urbano, Cultura y Turismo, Antonio Muñoz, presentando en los Reales Alcázares las actividades, publicaciones y exposiciones programadas con motivo del VIII Centenario de Alfonso X. Como participan muchas y dignísimas instituciones en esta efeméride, tras él están los representantes de la Universidad, la Diputación, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, la Fundación Tres Culturas y el Cabildo Alfonso X El Sabio. Pero tanta institución no debía bastar. O a lo mejor se trataba de lo contrario y se temía que tanta institución cultural y tan dignos y titulados representantes de ellas abrumaran a quienes se engollipan leyendo más de tres líneas seguidas o bostezan si les hablan sin ponerles muñequitos. El caso es que por la razón que fuere junto a los dignísimos representantes del Ayuntamiento y de tantas dignísimas instituciones aparecían, como unos más de ellos aunque ligeramente apartados supongo que por su superior rango, Alfonso X y su esposa. Parecen, eso sí, incómodos. Sobre todo el rey, que mira a Antonio Muñoz de reojo, como preguntándose "¿qué puñetas hago yo aquí?".

Alguna lumbrera decidió que era necesario colocar a dos actores disfrazados de Alfonso y Violante para dar mayor gancho y atractivo al acto. Y para reforzar el mensaje de que estos incluirán eso tan importante para los visitantes locales y sobre todo foráneos que se llama teatralización. En su versión más modesta son los tipos disfrazados de gladiadores, de Catalina la Grande y de Pedro el Grande, de vaqueros o de bandoleros de la partida de El Tempranillo que se hacen fotos con los turistas ante el Coliseo de Roma, el Palacio de Invierno de San Petersburgo, el pueblo del Oeste de Tabernas o Grazalema (una empresa turística incluso oferta ser secuestrado por bandoleros con patillas y catite). En su versión más costeada son las teatralizaciones interpretadas por actores. En todos los casos se trata de la conversión de lo histórico en un parque temático para sumar atractivos a la oferta turística.

Hubo un tiempo en que no todo era reducido a espectáculo, en que los asuntos serios requerían seriedad en su presentación, en que lo académico evitaba ciertas liviandades, en que no era necesario exportar la tontería del presente al pasado para hacerlo interesante a los tontos coetáneos. Ese tiempo, es evidente, pasó. Ya saben: "The show must go on".

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