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la ciudad y los días

Carlos Colón

Otra mirada sobre la Catedral

UN buen regalo para quienes han nacido el mes en el que Dios nació? ¿Para quienes se llamen Inmaculada, Loreto, Daniel, Guadalupe, Lucía, Domingo, Tomás, Victoria, Belén, Esteban o David, por mentar algunos de los santos que se celebran en diciembre? ¿Para las que tengan la suerte de llamarse Esperanza o Macarena? ¿Para la carta a los Reyes?

Pues aquí lo tienen: el libro de fotografías Otra forma de mirar la Catedral de Sevilla de Antonio del Junco. No lo recomiendo porque lo haya editado -y espléndidamente- Páginas del Sur, empresa del Grupo Joly. Ni al decirlo incurro en lo de excusatio non petita, accusatio manifesta.

Lo aclaro para no arrojar la sombra de una duda interesada sobre un libro que carece de sombras. O que sólo tiene las cambiantes sombras y luces que durante las veinticuatro horas de todos los días del año, de sol a sol y de luna a luna a lo largo de las cuatro estaciones, ha ido fotografiando Antonio del Junco dentro de la Catedral, sobre sus cubiertas y en su entorno hasta sumar las 10.000 fotografías de las que ha destilado 150 para este libro.

Su trabajo utiliza el ojo mil veces ojo de la cámara para desvelar el detalle perdido en lo monumental y la luz que nace y muere en un instante. Hay en este libro hermosos y sorprendentes planos generales como Lado sureste de la Catedral, en el que la mole parece una isla desgajada de su entorno, o la jarra de azucenas presidiendo la noche sevillana que le sirve de portada. Pero para mí su valor está en la exploración de las luces y los detalles.

Luces como la del sol poniente que fluye desde la calle de la Mar para dorar las gradas y su modesta vegetación clandestina; la plaza de la Virgen de los Reyes en una de esas mañanas de niebla "color losa de tarifa de las gradas" que Antonio Burgos clavó la semana pasada en uno de esos artículos en los que cuadra a la ciudad para hundirle la pluma hasta el corazón; las gradas llovidas bajo un cielo de Difuntos; dos rayos de sol atravesando la nave de la Epístola desde las Campanillas hasta el crucero; el Altar Mayor -suelo alfombrado, doradas volutas de los bancos, altar de plata- iluminado por el rosetón.

Detalles como el crucificado jansenista de Alonso Cano; la languidez romántica y enferma del rostro del ángel sedente del sepulcro del obispo de la Lastra; las manos de la Cieguecita; ese Dies Irae esculpido que es el sepulcro del Cardenal Cervantes; la risa traviesa del Niño de la Virgen de los Reyes y la risa gótica de la pastora del Nacimiento del tímpano de la Puerta de San Miguel; el querubín de alabastro; los pies del Cristo de los Cálices en claroscuro zurbaranesco.

Regálenselo. Regálenlo. Acertarán.

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