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Crónica levantisca

juan Manuel / marqués Perales

La mirada

MARÍA del Mar Blanco, presidenta de la Fundación de Víctimas del Terrorismo, ha declarado que sabe que "no es correcto" su pensamiento, pero ella desea la muerte de Josu Bolinaga, el etarra que ejerció de carcelero de Ortega Lara y que sufre desde hace meses un cáncer terminal. No es correcto, efectivamente; todos tenemos pensamientos y deseos terribles a lo largo de nuestra vida, pero, por ello, hemos desarrollado lo que unos llamarían conciencia, y otros, un súper yo, un Pepito Grillo, un párate. Nuestro sistema de derecho se asienta sobre esta premisa, sobre un modelo judicial garantista que, últimamente, es una virtud que no se estila. ¿Qué pasa con los hombres y mujeres que deben decidir sobre la culpabildad de Bretón?

No creo que ni el juez ni el instructor ni la familia de Ruth ni ella misma tengan las prisas que los productores de los programas matutinos de television, que no se quieren ir de vacaciones sin adelantar una primicia cuya singularidad no sobrevivirá unos segundos. El jurado hace lo debido: no sólo contestar a una veintena de preguntas, sino razonar sus respuestas y, a la vez, armonizarlas, porque cualquier contradicción será carne de recuso contra el fallo o la sentencia. Ya hemos presenciado decenas de casos con jurado que han sido tumbados en instancias superiores por su ligereza o, simplemente, por la complejidad de argumentar un veredicto.

Los tertulianos especializados en criminología andan dando la turra desde hace semanas con la mirada de Bretón, con su tono de voz y con su temperatura corporal como pruebas inequívocas de su maldad. El 28 de noviembre del año 2009, el diario Abc publicó en su portada una fotografía cuyo titular ya se estudia en las facultades de Periodismo: La mirada de un asesino de una niña de tres años. A Diego, que así se llamaba el desgraciado y que -es verdad- miraba como el propio Lucifer, lo soltaron a los tres días porque la pobre niña murió al caer de un columpio.

Efectivamente, yo también deseo que Bretón se cure de todos sus males en una cárcel, no me creo su versión de la desaparición de sus hijos y su no parpadeo me inquieta en las entrañas: por eso, sólo espero que el jurado de siete mujeres y dos hombres razonen bien, para lo que es necesario que el instructor y la Policía les hayan facilitado el trabajo para forjar un entramado argumentario sostenible. Al menos, que sea más sólido que algunos autos que sólo parecen un mal de ojo.

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