La tribuna

jaime Valdivieso

El mito de la deflación

DESDE hace unos meses algunas noticias económicas advierten que España se halla en peligro de entrar en un período de deflación debido a la evolución negativa del Índice de Precios al Consumidor (IPC) que se sitúa en un -0,2% respecto a enero de 2013. Como lo mismo ocurre en otros países de la CE, según el FMI esto tendría graves consecuencias para la recuperación de las economías afectadas. Incluso se ha mencionado la posibilidad de una "vorágine de incalculables consecuencias". Una revista especializada informó el 4 de abril sobre la "Unanimidad ante el riesgo de deflación (...) por la decisión del Banco Central Europeo de (...) no adoptar ninguna medida para atajar la candente amenaza de una deflación en Europa". Siete días después otra publicación económica dice "El FMI alerta: España es el país con más peligro. El riesgo de que la economía caiga en deflación se multiplica".

Sin embargo, hay quienes opinamos que eso es como poco una exageración y que la probabilidad de que la deflación cause un desastre es casi nula. La deflación también tiene su lado bueno, es una caída de los precios de bienes y servicios sostenida en el tiempo, el poder adquisitivo del dinero aumenta, somos más ricos, lo contrario de lo que ocurre con inflación. En ambos casos se trata de un desequilibrio entre oferta y demanda; en deflación la oferta es mayor que la demanda, lo contrario es inflación. Así cabe observar estos fenómenos desde dos puntos de vista: la empresa que vende y los consumidores que compran; tú y yo.

Desde 2007 el IPC ha bajado 11,2 %; sin embargo el precio de la vivienda ha caído 45%. Ese es el año en que reventó la burbuja inmobiliaria creada en gran medida por la banca que ahora figura en sus cuentas buena parte de su irresponsabilidad: las viviendas sin vender y las expropiadas por impago. Así se entiende que los gritos destemplados de los vendedores de crédito recojan las advertencias de peligro de deflación que emite el FMI en su sensibilidad por la banca.

Según los agoreros es urgente corregir la deflación si no queremos entrar en un círculo vicioso: la caída de los precios merma los beneficios de la empresa, lo cual lleva a despedir personal agravando así la caída de la demanda que a su vez fuerza a bajar más los precios etcétera... Según ese criterio, la deflación sería la causa de ese proceso pero en realidad es sólo el síntoma de un fenómeno más complejo: la iliquidez o falta de liquidez del sistema; sin dinero no hay demanda y los millones de parados, las víctimas, son el principal factor de la caída de la demanda.

Una solución debe orientarse a inyectar liquidez al sistema. El objetivo fundamental del banco emisor es mantener estable el valor del dinero inyectando liquidez en caso de deflación o retirando cuando hay inflación. Esto lo hace bajando o subiendo el tipo de interés. Sin embargo, la experiencia ha demostrado que un poco de inflación estimula el crecimiento económico, lo cual crea puestos de trabajo, pero eso no significa que la deflación los destruye, el virus es la iliquidez. El BCE ha bajado el tipo de interés de 1,5% en 2009 al 0,25% actual y a pesar de esa bajada los precios no dan claras señas de repuntar. Así el presidente del BCE se plantea como último recurso comprar bonos de deuda soberana para inyectar liquidez al mercado. Es lo que corresponde pero aún no mueve ficha.

En los últimos 80 años sólo ha ocurrido un caso relevante de deflación, el crac del 29 en EEUU.(que afectó también a Europa y propició la llegada de Hitler al poder). Hacia 1932 los precios alcanzaron su mayor caída, -10.7%, y el paro, que en 1929 afectaba sólo al 3,2% de la población, llegó al 25% en 1933 ¿por qué? Así lo explicó Milton Friedman, Nobel de Economía: "aunque la Reserva Federal (FED) no provocó la crisis de 1929, sí la empeoró al reducir la oferta monetaria en un tiempo en el cual se necesitaba más liquidez". Hacia 1934 la FED comprendió el error de mantener un patrón oro rígido; sólo emitía dinero en la medida que aumentase la reserva de oro, lo cual no ocurría. En cuanto devaluaron el dólar respecto al patrón aumentó la liquidez y el crecimiento económico.

Se suele mencionar erróneamente a Japón como otra economía víctima de deflación. Su IPC ha sufrido una constante caída desde los años 80 cuando occidente les forzó a revaluar el yen debido a que sus exportaciones perjudicaban las economías locales por sus bajos precios. La medida hizo caer las exportaciones y el PIB; sin embargo sus índices de paro se mantienen en torno a un envidiable 3,5%, lo cual lleva a excluir a Japón como miembro del club de los parados.

Puede decirse entonces que la crisis de 1929 ha sido el único caso significativo en que una deflación anticipa una depresión y su consecuencia, la tragedia humana del paro. Pero hay otros motivos para temer que la crisis actual dure más de lo esperado o que evolucione de forma indeseable: el irresponsable y creciente endeudamiento de los gobiernos. Ya veremos.

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