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José Manuel Menudo / Profesor De La Universidad Pablo De Olavide

El modelo energético daña la coyuntura

ESTA semana se han publicado los índices de precios de los productos importados y exportados y del Índice de Tendencia de Competitividad (ITC). Del análisis de estas magnitudes puede hacerse un diagnóstico del efecto del comercio internacional en la inflación y de la evolución de nuestra competitividad, con vistas a tantear la posibilidad de que el comercio exterior pueda sacar a la economía española del proceso de desaceleración que atraviesa.

En principio, parece algo improbable, ya que la dependencia energética de España está convirtiendo al comercio exterior en un constante castigo para la inflación. Tanto es así, que el Índice General de Precios de Importación repuntó en 2007 un 5 por ciento. Por tipos de bienes, ese alza resultó leve para los de consumo no duradero (2,2 por ciento), mientras que los bienes de consumo duradero y los de equipo se apuntaron descensos del 2 y el 0,1 por ciento. En el polo opuesto se situaron los productos energéticos adquiridos del exterior, cuyos precios subieron 28,6 por ciento. El significativo volumen de las importaciones de este tipo de productos explica que el índice general alcanzara su cima al cierre de 2007.

En cuanto a los precios de nuestras ventas en el extranjero, el Índice General de Precios de Exportación avanzó un 2 por ciento entre diciembre del pasado año y el mismo mes de un ejercicio antes. El comportamiento por bienes fue, en cierto modo, parecido al que se observaba en las importaciones: alzas leves para los bienes de consumo (1,7 por ciento), los bienes de equipo (0,3) y los bienes intermedios (0,1), y un ascenso del 30,8 por ciento para la energía. El problema es que estos precios no son competitivos en nuestro entorno.

Así lo demuestra el Índice de Tendencia de Competitividad (ITC) que elabora el Ministerio de Industria, Turismo y Comercio, y que cuanto más alto es peor dibuja la situación. En 2007, este indicador se elevó un 0,6 por ciento sobre la media de los países de la UE, aunque este alza resultó 7 décimas inferior al de 2006. Pese a que se desacelera, seguimos perdiendo competitividad. En comparación con el conjunto de los países de la OCDE, la situación es peor, ya que el ITC español aumenta un 1,3 por ciento. En este caso, la responsabilidad corresponde a partes iguales a la inflación y el tipo de cambio.

Estas cifras demuestran que en el debate energético también han de abordarse las consecuencias económicas de la dependencia de España, que van más allá del temor a la escasez de recursos. De hecho, la inflación y la competitividad están vinculadas al modelo energético.

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