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La ciudad y los días

Carlos Colón

Como las moscas

SÓLO en esta curiosa ciudad un delegado de Movilidad pone tanto empeño en inmovilizar una parte considerable de la ciudad: todo su casco histórico. Un carísimo tren de la bruja al que llaman Metrocentro como único acceso desde el Oeste; sólo la estrecha calle Águilas como único acceso privado (residentes) y público (taxis) desde la ronda histórica del Oriente; las paradas de autobús de la plaza Ponce de León y el Duque. Y poco más. Si algo excepcional se programa, como será el caso del paso de la Vuelta ciclista por Sevilla, sólo se deja una entrada al centro. Peatonalizando sin dar alternativas y poniendo la soga al cuello a los residentes -a los que se limita abusiva e irracionalmente el uso de sus propias plazas de aparcamiento, que han pagado con sacrificio a precio de oro- este buen señor se convierte así en delegado de Inmovilidad Ciudadana.

Y da igual que da lo mismo que estos planes tengan éxito o no. Ciudad agradecida por amnésica, Sevilla permite que quienes acierten se cubran de medallas y quienes se equivoquen queden impunes. Incluso la sevillanísima pasión barroca por la desmesura y el artificio permite que todo acabe por ser un éxito. Los munícipes sevillanos, con independencia de ser nombrados a dedo y cesados por motoristas o de ser elegidos y quitados por las urnas, aciertan siempre por mucho que se equivoquen. Llámenlo el síndrome de no hay más cera que la que arde, herencia fatalista propia de los hijos del Sur, conformismo, estupidez o como quieran; el caso es que aquí nadie se equivoca nunca y todos triunfan. Tanto los alcaldes derribistas del franquismo como los alcaldes tematizadores y taxidermistas de la democracia, hermanados por un idéntico concepto cateto y anticuado de lo "moderno" que en el franquismo se pudo llamar gran almacén, asfalto o bloque de pisos; y en la democracia, peatonalización arboricida, destrucción de entornos históricos o Metropol Parasol.

¿Se puede llamar error o fracaso, vistos los resultados, a la conversión de la céntrica Imagen en una calle de Los Remedios o a los derribos de palacios, casas y teatros sobre cuyos solares se alzaron bloques de pisos y grandes almacenes? El tiempo ha dicho que no: allí siguen, rebosantes de salud, mientras que recordar aleccionadoramente lo destruido convierte a quien lo hace en nostálgico reaccionario… ¡Aun tratándose de barrabasadas del Régimen! ¿Será considerado un error gran parte de lo que ahora se hace? Si es así, se olvidará pese a arruinar la ciudad. Y al final se tragará, digerirá y defecará como otra caca urbana sobre la que los sevillanos viven tan a gusto como las moscas.

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