la ciudad y los días

Carlos Colón

Por qué se muere Europa

SEGÚN una encuesta de Metroscopia para el 84 % de los jóvenes españoles estos días, total o parcialmente carentes de significación religiosa, son únicamente ocasión de cenas, diversión y reuniones con amigos; para el 72 % la Navidad tiene poco o ningún significado religioso; el 45 % la vive de una forma totalmente desacralizada; sólo el 15% asiste a las celebraciones religiosas de estos días; y únicamente para el 9% la Navidad tiene una gran significación religiosa. Esto es consecuencia de que el 76% de los jóvenes se consideran poco o nada religiosos. "Si el futuro es de los jóvenes -concluye la encuesta-, la Navidad será cada vez más una fiesta del encuentro y menos una celebración religiosa".

Tras leerlo, volviendo a mi siempre apreciado Pier Paolo Pasolini, pienso que esto no es un triunfo de la racionalidad ilustrada, sino de lo que el ensayista y cineasta italiano llamó el fascismo consumista; que no es una conquista de la libertad del pensamiento crítico, sino de la esclavitud del nihilismo de masas, de la irracionalidad hiperconsumista y de la vertiginosa caída educativa que con tanto éxito está intentando liquidar, a la vez, a Sócrates y a Cristo, a Kant y a Buda, a Platón y a San Agustín, a Spinoza y a Lao-Tsé, a Descartes y al maestro Eckhart, a los que Karl Jaspers llamó "los grandes maestros espirituales de Oriente y de Occidente" y "los metafísicos que pensaron desde el origen".

Al contemplar esta liquidación deseada y programada a la vez por los grandes poderes del consumo, por la derecha neoliberal y por los degradados herederos de la izquierda ilustrada, recuerdo la sentencia de Dostoievski: "Occidente ha perdido a Cristo y Occidente se muere por eso, únicamente por eso". Lo escribió en 1871, en el momento en que este proceso adquiriría su mayor virulencia y extensión. Desde entonces hasta hoy, junto a avances positivos, se han sucedido el rey Leopoldo de Bélgica, Lenin, Mussolini, Hitler o Stalin; la inhumanidad ha alcanzado cotas que, por su sistematización racional, su eficacia técnica y el número de sus víctimas, no tienen parangón en la historia.

Cuando este mal que tanto sufrimiento y tantos millones de víctimas ha causado pareció quedar vencido, triunfó el hombre sin atributos o unidimensional querido por la conjunción de fuerzas económicas, ya no ideológicas, que nos tienen a los europeos donde nos tienen. Todos los datos de la realidad coinciden en señalar que siglo y medio después del diagnóstico de Dostoievski la agonía de Occidente se consuma; y que Europa se desploma privada de sus fundamentos judeocristianos, grecorromanos y humanista-ilustrados.

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