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josé / aguilar

El muerto útil

EL horizonte penal del ex alcalde de Marbella y ex pareja sentimental de Isabel Pantoja, Julián Muñoz, se ennegrece por días. Aún no se ha repuesto el hombre de la condena por cohecho y blanqueo en comandita con la folclórica -que le ha retornado a la cárcel- y ya está sentado en el banquillo de la Audiencia Nacional, junto a otros 34 acusados más, en el caso Saqueo II por desvío, presunto, de 70 millones de euros de las empresas públicas del Ayuntamiento marbellí en la época de Gil. Le piden 13 años y medio de cárcel. Mientras, el Fiscal ha concluido su escrito acusatorio contra él y contra el presidente del Sevilla F.C., José María del Nido, por malversación, falsedad y prevaricación. Presuntas también. Aquí la petición de pena es de once años.

Volvamos a la candente actualidad. Durante el juicio del Saqueo II, Muñoz aseguró que los convenios mediante los que se perpetraron las corruptelas encausadas se los ponía el entonces alcalde Jesús Gil encima de la mesa, "y yo, como un kamikaze, los firmé, así me ha ido". Se definió a sí mismo como "el tonto de la película" al que le daban todo hecho y que, debido a la fuerte personalidad de Gil, él no tenía ni voz ni voto. Firmaba todo lo que le ponían por delante.

De tonto no tiene un pelo, Julián Muñoz. Su estrategia de defensa es todo un clásico en los procesos judiciales por corrupción: echarle las culpas al muerto. Los muertos no hablan. Ni protestan. A los muertos se les puede tratar de endosar todas las responsabilidades, las que tuvieron efectivamente y las que los vivos muy vivos quieran atribuirles para salvarse ellos.

Es perfectamente creíble que Jesús Gil y Gil, que hasta creó un partido con su mismo nombre, controlara toda la actividad de sus concejales. Él planeó el expolio de los bienes públicos de Marbella y el ordeno y mando era su divisa, bien nutrida por el hecho incontestable de que la gente lo votaba una y otra vez. Pero hay un detalle que Cachuli elude: ¿No se dio cuenta de que cada vez que firmaba un convenio municipal en estricta obediencia a Gil sus bolsillos se llenaban (los de Julián Muñoz, además de los de su jefe)? ¿No cayó en la cuenta de que sólo cometiendo ilegalidades había podido enriquecerse y dejar atrás su modesto tren de vida como camarero y dueño de bar?

No hay muerto capaz de borrar el pasado evidente de un vivo. Julián Muñoz no podía no saber que se estaba aprovechando de un cargo público de modo ilícito.

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