Visto y oído

Antonio / Sempere

De mujeres

DURANTE el fin de semana observé el trabajo de algunas de las mujeres que trabajan para nuestra televisión pública. Vi a Anne Igartiburu en la Gala FAO. Qué se puede decir de ella. Que nunca tendrá los problemas de aquellos a quienes iban destinados los dos millones de euros que se impusieron recaudar en el telemaratón. Cuando, incluso en lo sentimental, una mujer ya viene de vuelta de un Igor Yebra, poco más puede esperar. Anne podría hacerse unas tarjetas que rezaran deigoryebraparriba, tal como en su día hicieron otras compañeras de profesión como Julia Otero, que también se asoció a un club que tenía como lema deramónpellicerparriba. Cuán diferente es Rosa María Calaf, a la que, aparentemente, no hay legislación que logre prejubilarla. Cuando el sentido de la vida está en hacer lo que uno hace, no hay que darle más vueltas. También vi a las reporteras de los telediarios de guardia. Como Clara Hostalet, a la que le tocó la clásica pieza sobre fin de semana más frío del año, donde no faltó ningún tópico. Claro que generalizar es peligroso, y no aludió al solazo y la bonanza que disfrutaban en Murcia, Sevilla y Málaga. O a María Galindo, que habla con una vehemencia que asusta. Francine Gálvez, que se ríe hasta de su sombra, se atrevió a anunciar al final de su concurso que se iba a casar con Xosé Castro. Pero la que superó todas las expectativas fue Paloma del Río, que pasó el fin de semana patinando con los del final del Grand Prix en Turín. Cuando estaba explicando los premios que les corresponderían a las parejas ganadores, dijo que los primeros clasificados se llevarían 18.000 euros, y los segundos tanto, y los terceros tanto. Y añadió, "y sextas, los cuartos". Así, como suena. Se le trabó la lengua, con lo cual no sabemos cuánto ganaron los cuartos clasificados. No rectificó. Pero le salió un chiste. Genio y figura.

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