TRÁFICO Cuatro jóvenes hospitalizados en Sevilla tras un accidente de tráfico

La tribuna

Francisco Pleite Guadamillas

Un mundo cada vez más inseguro

ESTE comienzo de siglo XXI se inició con los ataques terroristas de Nueva York, Madrid y Londres, la extensión de los conflictos bélicos en Afganistán e Iraq y continuó con la crisis económica en los países occidentales (impensable la quiebra de bancos en los primeros años de este siglo), que han puesto de manifiesto la debilidad y la inacción de los estados contemporáneos. En estos años asistimos a la extensión del fanatismo, el capitalismo descontrolado que ha provocado el aumento de las desigualdades entre ricos y pobres, la desmembración de los estados, el auge de los nacionalismos y el desorden internacional.

El fanatismo vestido de distinto ropaje (nacionalista, religioso, culto a la personalidad de líderes, etcétera) se apodera y propaga entre sectores de la población y cada vez tiene más adeptos en sociedades descontentas, pero ya no sólo en países pobres, sino en el mundo occidental. Muestra de ello es el gran número de voluntarios de países europeos que han pasado a formar parte del ejército del EI, y que constituyen una seria amenaza, también para sus países de origen. El fanático no acepta al otro y lo quiere hacer cambiar. Para el fanático el fin justifica los medios y la vida humana está al servicio de los ideales. Es este fanatismo el que conduce al odio y al terrorismo.

En numerosos países se está produciendo una crisis profunda del Estado, no sólo como prestador de servicios, sino como autoridad, muestra de ello es la situación en Somalia, Sudán, Iraq, Siria y Libia, naciones fragmentados. En estos países y, en otros, el Estado carece de autoridad y de poder real porque nadie lo respeta ni obedece. La consecuencia es que vuelven en este siglo las tribus y los clanes existentes en la época anterior a las colonias.

Las guerras tradicionales en la que los soldados luchaban y morían dejan paso a una guerra global, en la que no hay enemigos definidos y en la que es más fácil sobrevivir siendo soldado que miembro de la población civil. En la guerra reciente de Gaza han muerto más civiles que militares, 1.869 palestinos han muerto en el ataque israelí contra Gaza, de los que 1.380 (más del 73%), eran civiles y 423 de ellos niños, sólo 217 de los fallecidos pertenecían a grupos armados; por el bando israelí 67 fallecidos, de ellos 64 militares, según las últimas cifras de la Oficina de Ayuda Humanitaria de la ONU (OCHA)). Fueron 298 los fallecidos en su mayoría holandeses, por el derribo del Boeing de Malaysian Airlines en el este de Ucrania, cerca de la frontera con Rusia, supuestamente derribado por un misil.

En la extensión del EI por Iraq se está produciendo una limpieza étnica de cristianos, unos 200.000 han huido del norte de Iraq y 50.000 yazidíes se han refugiado en las montañas de Sinjar, a su paso capturan mujeres como esclavas y asesinan a hombres y niños. Son las mujeres y los niños los que sufren la guerra, los seres indefensos. Se apoderan de mujeres y bienes como botines de guerra, retrocediendo a la época medieval. Los refugiados se extienden por un gran número de países, el éxodo de sirios es un ejemplo (Libano acoge a 1,1 millones de refugiados sirios, Turquía a otros 700.000, Jordania a 600.000, Iraq a un total de 223.000 y Egipto a cerca de 135.00). El número de refugiados y desplazados en el mundo ha alcanzado, por primera vez desde la II Guerra Mundial, la cifra récord de 51,2 millones de personas, según datos difundidos por Acnur en junio de 2014.

África, el "continente olvidado" mantiene unos niveles de pobreza que van aumentando y que dan paso a una presión migratoria que ya está afectando a Occidente, con numerosas personas muertas al pretender alcanzar las costas europeas. Gran parte de los conflictos bélicos surgen del fanatismo religioso, de las rivalidades étnicas y de causas socio-económicas siendo la guerra una válvula de escape. A esta pobreza añadimos la pandemia ocasionada por el virus del ébola que amenaza a todo el continente africano y la expansión por Europa. La amenaza de epidemias se convierte en un peligro real.

Mientras tanto, la bella y alegre Europa languidece ensimismada, preocupada por los nombramientos de sus dirigentes políticos y por el estancamiento de la economía, mirando plácidamente hacia el otro lado del Atlántico para que sea Estados Unidos quien resuelva las amenazas de las guerras en Ucrania, Gaza o Iraq o esperar que pase el tiempo y se solucionen por agotamiento. Sin embargo, la política norteamericana ha abandonado su papel intervencionista en el mundo, lo que ha provocado el brote de tentaciones imperialistas, como Rusia en Ucrania, y ante la falta de un orden internacional se recrudecen los conflicto en Siria e Iraq, lo que se volverá contra sus propios intereses.

El resultado de todos estos fenómenos es que vivimos en un mundo lleno de incertidumbres, miedos y en el que la vida humana cada vez tiene menos valor. Es necesario que adquiramos conciencia que estas amenazas nos afectan a todos, que la vida es un preciado don que hay que preservar, que reaccionemos y que se elabore por los estados un plan de acción de ayuda a los refugiados, de lucha contra el fanatismo de todo tipo, reducir las desigualdades y garantizar la seguridad y el orden internacional.

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