LEO que el Ministerio de Justicia, a petición de una cofradía de Castilla y León, ha indultado al director de una pequeña sucursal bancaria que había sido condenado por falsificar la firma de un cliente y robarle 30.000 euros. El banquero había sido condenado a dos años y cuatro meses de prisión, y el Tribunal Supremo le había denegado el indulto, pero ahora ha podido beneficiarse de esta inexplicable tradición que todavía sigue vigente entre nosotros: el indulto de última hora, y en este caso, el indulto de Semana Santa.

Todo esto es muy raro. Por lo que sabemos, en España hay 10.000 personas aforadas, es decir, que no pueden ser juzgadas por un tribunal ordinario, lo cual complica muchísimo su imputación en un proceso. Casi todas estas personas aforadas son cargos públicos -o sea, políticos- que gracias a este privilegio gozan de una especie de semiinmunidad, ya que sólo pueden ser juzgados por el Tribunal Supremo o el Tribunal Superior de Justicia de su comunidad, lo que complica muchísimo el procedimiento y a la larga hace casi imposible un proceso. Y aparte tenemos la tradición casi feudal de los indultos, como éste del banquero que falsificó la firma de un cliente, una medida que no tiene ningún sentido en un Estado democrático donde las leyes son iguales para todos. Se entendería que el Gobierno usase la prerrogativa del indulto en casos muy especiales, pero no de forma generalizada como ocurre ahora. Si alguien ha sido juzgado y condenado, indultarlo graciosamente, a voluntad, por causas que no tienen una justificación que todos podamos comprender, suena a burla o a ofensa para la gente que intenta cumplir con la ley de la mejor manera que puede y que tiene que hacer sacrificios por ellos. ¿Por qué ha sido indultado este banquero y no otro? ¿Y por qué un banquero sí y un atracador no? No hay respuestas porque el indulto se basa en el capricho o la arbitrariedad, y se concede porque sí, igual que un aristócrata del siglo XVI podía perdonarle (o no) la vida al villano que le había robado una gallina.

Y además, uno se pregunta si es normal indultar a un señor que falsificó una firma de un cliente y le robó 50.000 euros. Puede parecer una cantidad muy pequeña, pero a lo mejor no lo era para la persona robada. Y en un país en el que hemos tenido los escándalos bancarios que hemos tenido, con las quiebras de las cajas de ahorros a causa de los caprichos y arbitrariedades de sus gestores, este indulto no parece la mejor forma de celebrar la Semana Santa.

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