Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

Muchos nervios

PP y Ciudadanos libran en Andalucía un pulso por ser la fuerza hegemónica de la derecha española

Las elecciones que dentro de tres semanas se celebran en Andalucía son objetivamente importantes porque nos jugamos lo que se juega una democracia madura cuando es convocada a las urnas y aquí, aunque algunos se empeñen en tratarnos a los andaluces como eternos menores de edad, cada cuatro años los ciudadanos se expresan con libertad y eligen entre diversas opciones y diversos liderazgos. Exactamente igual que en Galicia o en Madrid. Pero al margen de lo que se pone encima de la mesa en cualquier proceso de elecciones, el próximo 2 de diciembre se van a resolver dos incógnitas con enorme repercusión en la política nacional. En primer lugar, el umbral de resistencia del Partido Socialista en su feudo más importante. Por ahora, sólo los socialcristianos en Baviera han alcanzado un nivel de permanencia en el poder mayor que el de los socialistas en Andalucía. Si Susana Díaz mantiene la presidencia -y prácticamente todos los sondeos lo dan como la opción con mayores posibilidades- serán cuarenta años los que dure el ciclo del PSOE en la región. Las razones, si finalmente ocurre así, más que en las bondades de la gestión socialista, que en un periodo tan largo algunas luces y algunas sombras tendrá, habrá que buscarla en la incapacidad de sus rivales para formar una alternativa capaz de convencer a los andaluces.

La segunda incógnita, por su resultado más incierto y por su indudable trascendencia nacional, resulta aún más interesante. En Andalucía se va a decidir cuál de las dos fuerzas que pugnan por el control del electorado de derechas y que miran con recelo a un partido situado en los márgenes del sistema, Vox, logra imponerse. Lo que pase en las elecciones autonómicas va a ser decisivo a la hora de afrontar las municipales de mayo y, sobre todo, las generales, que parecen que inevitablemente se van dibujando en el horizonte. Pablo Casado y Albert Rivera se van a jugar en Andalucía cuál de los dos se convierte en referencia para un amplio sector del electorado español que en estos momentos duda entre las siglas de toda la vida o la de los que han aparecido libres de hipotecas del pasado y con el aval de haber tenido éxito, o por lo menos haber alcanzado notoriedad, en el pulso con el separatismo catalán.

De ahí la crispación con la que tanto el PP como Ciudadanos están afrontando la campaña andaluza, radicalizándola y dejando muy atrás en sus prioridades el debate de lo mucho que hay que hacer en esta tierra. Ese combate explica a Juan Marín hablando de dictadura de cuarenta años en Andalucía o la encerrona que el PP le hizo el otro día a Susana Díaz en el Senado utilizando una institución del Estado para sus intereses particulares. Muchos nervios, demasiados. Y esto no ha hecho más que empezar.

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