La ciudad y los días

carlos / colón

Los niños de Nigeria también se ahogan

EL drama de los refugiados ha suscitado una lógica ola emocional de la que es necesario desconfiar. Hemos conocido y conocemos hambrunas, matanzas, éxodos, torturas, mutilaciones, desastres provocados por la naturaleza y por el hombre… Y pocas veces, o ninguna, se ha generado una conmoción como la provocada por la terrible fotografía de un niño ahogado… Publicada cuando cientos de niños han muerto asesinados o ahogados. ¿Ojos que no ven…? Es cierto que se trata de una emergencia humanitaria de extraordinarias dimensiones, pero insisto en que hemos vivido y vivimos otras de enorme magnitud sin que a ciudadanos, empresas y autoridades les den estos arrebatos de solidaridad que muchas veces poco solucionan y mucho tienen de imagen. Deberíamos preguntarnos por qué los sirios -que llevan años soportando estas matanzas- suscitan tanta compasión y tan poca los subsaharianos que se agolpan por miles en el sur de Italia y se ahogan por cientos en el Mediterráneo (20 ahogados ayer, entre ellos los dos hijos pequeños de una nigeriana). ¿Porque los primeros huyen de una guerra, y esto los convierte en refugiados, mientras los subsaharianos huyen sobre todo del hambre y esto los reduce a inmigrantes clandestinos?

El alcalde de Sevilla, como muchas otras autoridades españolas y europeas, busca con la mejor voluntad recursos ordinarios y extraordinarios para atender a los refugiados. Encomiable. Pero hay que recordar que no hemos sido capaces de solucionar los dramáticos problemas del Polígono Sur, ni de impedir que muchos barrios antes trabajadores se vayan hundiendo en la marginalidad. Si hemos fracasado en garantizar una vida mínimamente digna y segura a estos vecinos nuestros, ¿qué podemos ofrecerles a los refugiados? ¿Hacinarlos en guetos en los que los niños nacen condenados a una vida de marginación cuando no de delincuencia?

Solidaridad no es un gesto puntual que después se desentiende de aquellos a los que auxilia, sino mantener en el tiempo la ayuda. Ser bueno un instante es fácil. Lo difícil es seguirlo siendo cuando ese primer impulso emocional se atenúa y la rutina impone sus exigencias egoístas. Muchas veces he citado esta hermosa frase del Talmud: quien salva una vida, salva al mundo entero. Pero otra frase de la antigua sabiduría dice también: quien salva una vida se hace responsable de ella. Y a todo esto, poco o nada se hace contra los asesinos fundamentalistas de los que huyen.

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