ANACRONISMO entrañable, costumbrismo perdido, los niños por la plazuela jugando al toro. Pero no por una plazuela cualquiera, sino por un crisol de toreros grandes, por esa Alameda donde se quebraba el azogue de los espejos en una seguiriya de Manuel Torre y en la que empezó a cautivar un niño cantaor que era sangre viva de los Ortega. Niños toreando por donde vivían los Gallos y donde vivió y murió el sevillanísimo Chicuelo. Venía ayer en estos papeles esa imagen como de otro tiempo en que por un día le dejaba la botellona el espacio a unos niños que sueñan con ser toreros ¿Imagen anacrónica? Es posible, pero resultaba bellísima y me imaginé a Rafael Chicuelo teniendo que entornar los ojos para que le hiciesen de dique a unas lágrimas incontenibles. De nuevo, los niños jugando al toro en la calle, imagen de otro tiempo ido, pero se agradece que retorne aunque sea sólo por un día.
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