La esquina

josé / aguilar

En nombre de la clase obrera

NO sé yo si la nueva secretaria general de UGT-Andalucía es enteramente consciente de lo que se espera de ella: que no lidere un cambio cosmético del sindicato, sino una renovación profunda de sus estructuras orgánicas, funcionamiento, financiación, relación con el poder y papel social. Casi nada. Y lo ha de hacer sabiéndose vigilada por la opinión pública y sospechosa de ser más de lo mismo.

Porque no se conoce que haya cuestionado, ni dentro ni fuera, las prácticas que han enfangado a la central en una espiral de corruptelas, malversando el dinero que debía servir para la defensa de los trabajadores, dilapidando la honradez de miles de sindicalistas honrados, de ayer y de hoy, y convirtiéndose en una casta de privilegiados y en un poder fáctico plenamente integrado, y satisfecho, en el sistema que Pablo Iglesias se propuso derribar.

Así es como los ven muchos obreros y empleados andaluces que han ido abandonando sus filas y muchos más que abominan del sindicalismo. El funcionamiento que ha tenido la cúpula del sindicato ugetista en el manejo de sus cuentas ha logrado que las siglas UGT aparezcan vinculadas a la mangancia, la corruptela y el trinque. Cuando la gente se encuentra con una colorista manifestación del Primero de Mayo está legitimada para preguntarse si las pegatinas, banderas y pancartas reivindicativas han sido costeadas gracias al esfuerzo y el trabajo de los afiliados o en realidad se gastó en ella una partida financiada por la Junta de Andalucía para mejorar la formación de los trabajadores. Cuando los liberados sindicales celebran con apetitosos manjares la Feria de abril o la comida navideña, se duda si lo están pagando de su bolsillo o si lo cargan al Gobierno andaluz dentro del capítulo de fomento de la negociación colectiva. Cuando se autorregalan cámaras de vídeo, relojes o bolsos de piel, se sospecha de que no era para esto para lo que la Junta puso en marcha un plan de ayuda a los inmigrantes o a la mujer trabajadora maltratada. Cuando UGT suministra miles de kilos de caramelos para una cabalgata de los Reyes Magos, el anónimo obrero que coge caramelos para sus hijos podría sufrir un ataque de mala conciencia: ¿estaré restando algo a la subvención que los presupuestos de la comunidad autónoma han destinado para cursos a parados?

Esto es lo que han estado haciendo. No deben hacerlo más. Ni Susana Díaz puede permitirse financiarlo ni Carmen Castilla consentirlo. Casi nada.

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