Ululaba el viento, se movían los árboles y el ánimo se sobrecogía. Eran, siguen siendo, los efectos de Emma, que así es como le han puesto a esta especie de ciclogénesis explosiva y que toda la vida fue conocida como temporal. Un temporal que está asolando el litoral y que ha llegado hasta aquí para que las noches cuenten con una banda sonora inusual. No más que parece que estamos en algún punto caribeño y la otra noche daba la impresión que los eucaliptos que separan Heliópolis de Los Bermejales iban a desplomarse por cómo se movían en esa limpieza que la Naturaleza lleva a cabo periódicamente. Primero empapa con la lluvia y luego agita con el viento para que quede en pie lo sano en un saneamiento que como siga así nos va a dejar sin arbolado. Ni Zoido en Almirante Lobo ejecutó un arboricidio como el que Emma está propiciando. Qué efectividad, señora.
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