el periscopio

José Ignacio / Rufino /

La nueva Al Qaeda y su tesorería

DESGRACIADAMENTE, ya no resulta sorprendente que el antiamericanismo español -y sus paralelos antisemitismo y proarabismo, fobia y filia clásicas de Franco- se pronuncie de manera monocorde y previsible: resulta que dar caza a un criminal que ordena volar no ya embajadas, sino rascacielos, estaciones de tren en horas punta y vagones de metro a decenas de metros de profundidad es un acto terrorista, o cuando menos ilegal. No es que se ponga en duda la veracidad de los hechos y versiones oficiales sobre la emboscada en Pakistán, cosa que es tan lícita como lógica a estas alturas, sino que se niega a un país la posibilidad de ejecutar a quien ha cometido el atentado más sanguinario conocido. En Estados Unidos -un país, recordemos, donde la autocrítica puede ser feroz desde las universidades y la intelectualidad- nadie se ha parado un minuto a discutir si esa muerte es o no legal. Ni siquiera el protagonismo de Obama, tan alabado en su día por la progresía visible, ha servido para que la muerte de Osama ben Laden reporte alivio o sensación de venganza, y ni siquiera indiferencia, sino que ha producido en no pocos indignación y subidón defensor de los derechos humanos.

Cuando echamos una mirada a la prensa extranjera no encontramos, salvo contadas excepciones, ataques de puritanismo acerca de la legalidad de la acción. No sólo en The Economist -que opta por un perspicaz "Ahora matad su alma" como titular de portada-, o en la prensa estadounidense -que debate en general sobre el futuro-, sino también Al Jazeera, que ofrece un perfil e información y opinión favorable a la desaparición de Ben Laden. Dado por indiscutible que Al Qaeda es terrorista y -disculpen la aclaración- el terrorismo es en sí repulsivo y hay que eliminarlo, muchos medios van a lo práctico: a las finanzas de la red que odia a Occidente y quiere verlo volar en pedazos, con todos sus valores y sus logros sociales. Por ejemplo, Voice of America realiza un sondeo entre expertos, que parecen coincidir en algo: la muerte del Ben Laden le va a provocar a serias dificultades financieras a Al Qaeda a la hora de recaudar dinero para sus atentados. Su líder era la piedra angular del marketing de la organización, y sin él los afectos a la causa se lo pensarán más a la hora de rascarse el bolsillo (mayoritariamente bolsillos saudíes, kuwaitíes, qataríes y de los Emiratos Árabes Unidos: la gente del taco petrolero). La cara de Osama tardará en ser sustituida por la de alguno de sus secuaces como imagen de marca. Otro tanto cabe decir en cuanto a la capacidad de la organización para reclutar adeptos para sus ataques, y para, al mismo tiempo subsidiar a las familias de los reclutados. Tras eliminar su cuerpo -vamos a decir que está en el fondo del mar-, eliminar el alma del carismático Ben Laden pasa por asfixiar sus finanzas.

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