Tribuna Económica

Joaquín / aurioles

El nuevo banco de desarrollo

LOS Brics (Brasil, Rusia, China, India y Sudáfrica) anunciaron en julio la creación del New Bank of Development (NBD) con la intención declarada de financiar inversión en infraestructuras en los países en vías de desarrollo e impulsar un foco poder financiero internacional equivalente y alternativo al que Estados Unidos y Europa ejercen a través del Fondo Monetario Internacional y Banco Mundial. Entre las razones formales esgrimidas está la de defenderse de los perjuicios derivados del fracaso occidental en el control de sus propias instituciones o la frustración de algunos de ellos, sobre todo China e India, por la resistencia a sus demandas de mayor peso político en las decisiones del FMI y Banco Mundial. Otras razones de carácter estratégico no han sido tan explícitas, como la intención de poner en valor político una capacidad de pagos superior a los cinco billones de dólares en reservas de divisas (sólo China ya supera ya los 3,8 billones de dólares) y una contribución al PIB mundial superior al 20% y con tendencia a aumentar.

Con un capital de 100.000 millones de dólares, no es el único ni el más grande los bancos de desarrollo en el mundo. El African Development Bank tiene un capital equivalente (103.000 millones de dólares), mientras que el capital del Interamericano de Desarrollo y del Asian Development Bank asciende a 129.000 y 163.000 millones de dólares, respectivamente. El propio Banco Europeo de Inversiones tiene un capital notablemente mayor (330.000 millones), pero lo que hace especial a la nueva entidad es que, por un lado, ha sido concebida con la finalidad de favorecer la transformación del actual orden económico internacional y, por otro, que sus promotores son un grupo de países que, en principio, podría tener capacidad para lograrlo, sobre todo si consiguen la adhesión progresiva del resto de los emergentes a la causa.

Desde luego tienen razones para estar enojados, especialmente con los Estados Unidos y con el uso de su capacidad ilimitada para inyectar o detraer liquidez internacional, según su particular conveniencia.

Cada vez que el dólar se deprecia se benefician los Estados Unidos y se perjudican los poseedores de activos en la divisa norteamericana, pero además están los vicios de un sistema de consistencia ética discutible, como se acaba se observar con motivo de la reciente crisis de deuda argentina. Incapaz de ofrecer una solución global al problema de la deuda soberana, el sistema se sostiene a base de cláusulas como la de resolución de conflictos de acuerdo con la legislación norteamericana, dando lugar a sentencias tan polémicas como las del ya famoso juez Griesa, que cierra cualquier posibilidad de solución negociada al país cuya deuda haya caído en manos de fondos buitre.

La trascendencia de la creación del NBD reside en la pretensión de impulsar reformas de calado en el orden económico internacional. No resulta difícil aceptar que Shanghai pueda convertirse en un centro financiero del nivel de Nueva York o Londres, pero el escepticismo es mucho mayor sobre los posibles conflictos de convivencia entre promotores con regímenes políticos tan distantes.

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