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¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Un nuevo barrio en La(s) Raza(s)

El proyecto del Puerto hay que saludarlo con esperanza, pero también con prevenciones

Ya avisó don Francisco Morales Padrón, en su libro Sevilla y el río, de la doble personalidad del Guadalquivir, que lo mismo podía ser un amable doctor Jekyll que cubría la ciudad de brisas saladas y mercancías de ultramar, que un siniestro señor Hyde en forma de riadas que dejaban sus cañaverales repletos de carroñas y cadáveres insepultos. Sin embargo, las grandes obras hidráulicas iniciadas a finales del XVIII y continuadas hasta nuestros días (Perosini, Pastor y Landero, Moliní, Delgado Brackenbury…) han ido domesticando al fiero Betis hasta convertirlo, al menos a su paso por la ciudad, en una tranquila lámina de agua propicia para los amoríos en hidropedal. Esto ha permitido esa colonización emprendida en las últimas décadas de las orillas del río, convertidas hoy en una mezcla de campo de atletismo, velódromo, cafetín oriental de narguiles humeantes, discoteca hipersonorizada, WC canino… cualquier cosa menos esa tranquila y sombreada ribera en la que Bécquer soñó su sepultura y de la que sólo queda un retal en los volterianos Jardines de las Delicias (hasta que el quiosco El Líbano, claro está, pone sus bafles a pleno pulmón).

El anunciado nuevo barrio en la Avenida de la(s) Raza(s) está dentro de esta lógica de la recuperación fluvial. El proyecto hay que saludarlo con esperanza, pues viene a rematar una zona del sur de Sevilla que, pese a la belleza 29 de su entorno, había quedado a medio cocer, un tanto destartalada. Hoy, el tramo sur de esta avenida, que ocupa el antiguo camino del Batán, es una mezcla de descampados y arquitectura industrial regionalista. Un sueño para un urbanista. Del proyecto presentado por el Puerto nos interesa todo: la apertura a la ciudadanía de las instalaciones del muelle -de sus naves y tinglados, de la avenida del Guadalhorce...-, la reconversión en barrio de lo que hoy son feos baldíos, la promesa des zonas verdes (sigan, por favor, con la tradición de la zona de plantar fresnos y arces)… Pero también nos surgen prevenciones: ¿volveremos a estar ante un fiasco más? ¿Responderán los nuevos edificios al modelo caja de zapatos, tan rentable como horroroso? ¿Terminará el muelle de Tablada convertido en un centro comercial más, con un puñado de franquicias sin alma? ¿Será un lugar de chiringuitos atronadores, como el Muelle de la Sal? ¿Quedará abandonado como los jardines que hay bajo el Puente de las Delicias? ¿O sucio y churretoso como la plaza de la grúa Fairbairn? A los arquitectos que vayan a intervenir nos permitimos darles un consejo: paseen antes por la muy cercana calle Lorenzo de Sepúlveda y observen su modesta pero correcta barriada, tranquila y arbolada, propicia para la descansada vida. Y, después, mejórenla.

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