PEEERO hooombre... Parece mentira. Más viniendo de todo un responsable de comunicación. Gabriel Elorriaga lo tiene claro y así lo expuso ayer: los debates entre los candidatos a la Presidencia del Gobierno están "absolutamente sobrevalorados" y son una mera "sucesión de monólogos". Acabáramos. Este país lleva quince años sin un cara a cara que echarse a la boca (el último choque de trenes ante las cámaras lo protagonizaron Felipe González y José María Aznar en 1993, por partida doble, en Antena 3 y en Telecinco) y ahora que la miel se acerca a los labios nos la quieren poner agria.

Uno pensaba que lo que está en franco declive es ese viejo mostrenco del mitin, esa quintaesencia del monólogo sólo apta para los muy convencidos y que es muy capaz de despertar la vergüenza ajena, con el que este país va a ser bombardeado inmisericordemente durante dos semanas desde vallas, papeles, radios y televisores. Pero ahora resulta que según uno de los responsables de la campaña del primer partido de la oposición -al que se le supone mucho más interesado en resucitar los cara a cara que al partido en el gobierno, que por algo el suyo, el PP, siempre los rehuyó cuando su bandera ondeaba en La Moncloa- a este turrón le amarga la almendra.

El escepticismo del señor Elorriaga no tiene razón de ser. Bueno, quizá hay una, pero es la que manejan los muy malpensados, los que sitúan la génesis de las trabas que le está poniendo el PP al asunto del cara a cara en ciernes a la escasa confianza que tiene el candidato popular en imponerse a la mayor telegenia del aspirante socialista.

Rajoy se hizo el sueco hace cuatro años ante las plegarias de Zapatero, que no se cansó mitin tras mitin de retarle a un duelo televisivo. El candidato del PP se dirigía con aires marciales hacia La Moncloa a través de la alfombra de la mayoría absoluta que le había bordado José María Aznar y no le resultaba menester arriesgarse a que un patinazo ante millones de espectadores le rompiera el guión. Puso la excusa de que el debate debía ser no sólo con Zapatero, sino con el resto de fuerzas (ERC, IU o PNV) con las que éste debería aliarse para gobernar. Ahora, cuatro años después, las hemerotecas dan fe de los lamentos de Rajoy por no haber cogido ese guante y pocos dudan que no influyera en su ulterior derrota del 14 de marzo de 2004.

Crucemos los dedos y confiemos en que la campaña no se vuelva a limitar a esa logomaquia de los mítines, en que Zapatero y Rajoy se miren a los ojos y se canten las cuarenta ante toda España. Aznar ganó en el 93 el primer debate a González y, según una encuesta demoscópica, convenció a un millón de personas para votarlo. ¿Le parece poco, señor Elorriaga?

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