DICE la canción que el otoño dura lo que tarda en llegar el invierno, pero para que eso ocurra ha de arrojar la toalla el verano. Cuestiones imprescindibles ambas, ayer amanecía como si el otoño ya hubiese desembarcado en nuestras vidas inquietas por la que está cayendo. Pero lo que caía ayer era bienvenido, que si la lluvia en Sevilla es una maravilla, ayer parecía fantástica. Verdeaba el arbolado como hacía tiempo no lo hacía y se aclaraba el aire hasta convertirlo en transparente de puro limpio. Mereció la pena tirarse a la calle a un horario que no era de sábado, con las calles aún desiertas, tanto que el pescadero de la Baños no se creía que aquella fuese su calle. Mañanita de septiembre y el primer atisbo del otoño que se hizo ya realidad, las calores se aparcaban y la lluvia no era sólo lluvia corriente, sino la oreja de ese otoño que asomaba por vez primera. A ver cómo viene y qué nos depara.
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