HAY un momento en todas las familias que se vive con mucha ilusión. No es para menos. La llegada de un nuevo miembro siempre causa emoción. Salvo que sea un móvil de última generación y las manos que lo reciban sean de alguien no tan de última generación. Al igual que ocurre con los bebés, las primeras horas que el susodicho pase con su nuevo móvil son cruciales. Superada la fase de encendido -que viene a ser casi lo mismo que un parto- todo es coser y cantar, igualito que con un recién nacido. Nada más escuchar la musiquita que prueba que el aparatejo está vivo, el nuevo propietario desea interactuar con él. Lógico y normal, tuvo que vender su chalet de Matalascañas para poder comprarlo. Pero pronto descubre que sus relaciones van a ser algo tortuosas.

Ya no hay teclas minúsculas que marcar de manera repetitiva hasta dar con la letra que se desee, ahora, unos dedos como morcillas de Burgos tienen que atinar en uno de los recuadritos en los que aparecen esas letras. Ellas, pequeños entes malvados, juguetearán con el usuario hasta desquiciarlo. Donde él quiso poner "hola", ellas escribieron "imbécil", allá donde él deseó explicar que llegaría más tarde, ellas aseguraron que él seguiría plantando repollos en Madagascar. Al igual que descifrar los primeros llantos de un crío, aprender a comunicarse con un móvil lleva su tiempo.

Como buen padre primerizo, el que estrena smartphone desea contar a todos los portentos que realiza éste. El problema llega cuando al abrir el menú descubre que sólo sabe la utilidad que tienen la agenda y la galería de imágenes. Es entonces cuando observa que la gente murmura cuando lo ven con su nuevo teléfono. No quieren ser la comidilla y recurren al miembro joven de la familia. "Yo también quiero un guasá", "Fulanita tiene un no sé qué con el que saca fotos en las que parece Beyoncé, ponme eso a mí". Y así un sinfín de frases que consiguen que el llanto de un crío hambriento a las cuatro de la mañana resulte música celestial al lado del soniquete que repiten incesantes los padres primerizos de estas criaturas tecnológicas.

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