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ES de izquierdas bajar los impuestos, como proclamaba Zapatero en los años de bonanza y, de hecho, practicó su Gobierno, igual que antes el de Aznar? ¿Lo es aumentarlos, como se propone hacer ahora para que un Estado de déficit galopante disponga de los ingresos precisos con los que ayudar a los parados y otros desfavorecidos por la crisis? Hay que adaptarse a las coyunturas, acaba de zanjar el presidente en Estocolmo.

Con tanto parloteo y tanta contradicción sobre la subida de impuestos que viene se nos puede olvidar que este Gobierno ya los ha subido. Y no hace tanto: antes del verano los aumentó, y precisamente en la franja socialmente más injusta, la que afecta a todas las clases por igual, sin distinguir entre ricos y pobres, puesto que grava el consumo de determinados productos. Concretamente, de los carburantes y el tabaco. Al incrementar estos impuestos indirectos, el Gobierno tuvo más en cuenta sus propias necesidades de financiación que la consideración hacia las clases bajas.

Ahora se impone una nueva vuelta de tuerca, si no queremos -y por supuesto, no queremos- que el déficit público se dispare más allá del 10% del PIB, que ya es dispararse, ni dejar a la intemperie a los parados que agotan su derecho al subsidio de desempleo, que cada vez son más. José Blanco, ministro de Fomento, que todavía se cree que está sentado en la calle Ferraz dictando la política socialista, se lanzó a fijar arbitrariamente el umbral de la riqueza: 50.000 euros anuales de renta. Todo el que gane más por su trabajo debería, según Blanco, sufrir más presión fiscal. Y si llamamos ricos a los trabajadores que ingresan más de 50.000 euros, ¿cómo llamaremos a los realmente ricos que se han liberado de los impuestos sobre su patrimonio o gestionan sus grandes fortunas a través de sociedades de inversión que tributan el 1% de impuesto de sociedades?

Zapatero, desde Estocolmo, ha desbaratado los planes justicieros del ministro Blanco contra las clases medias. Si no vuelve a cambiar de opinión, Zapatero subirá los impuestos a las rentas del capital (dividendos, intereses, plusvalías, venta de acciones) y dejará en paz a las del trabajo. Con ello obtendrá muchos menos ingresos que gravando a los rendimientos del trabajo bien remunerado, pero tal vez reagrupe en torno suyo a los pequeños grupos nacionalistas y de izquierdas y pueda sacar adelante sus presupuestos del año 2010. Lo que le falte ya sabe de dónde saldrá: de los 4.000 millones de euros que se ahorrará finiquitando la ocurrencia de deducir 400 euros a cada ciudadano, rico o pobre, que haga declaración de la renta.

Mientras, la gran banca mundial ha recuperado su valor bursátil de hace un año. Gracias a las ayudas de los Estados. Fin de su crisis.

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