La esquina

josé / aguilar

Es país para viejos

ESTO se veía venir, aunque no parecía que fuera a ser tan pronto ni que las medidas adoptadas para evitarlo, ciertamente timoratas, iban a revelarse inútiles: España registrará este año más muertes que nacimientos. Ya ha ocurrido, en el primer semestre de 2015, y no existen motivos para pensar que la tendencia se invierta en los seis meses que van de julio al próximo día 31. Pronto lo confirmaremos.

Más muertos que nuevos vivos y, por tanto, disminución de la población. Crecimiento negativo, que le llaman, en evidente anacoluto. Mejor diríamos bajada, decrecimiento, caída o reducción. No pasaba desde 1944, en plena resaca de la guerra incivil, cuando cientos de miles de españoles en edad fértil habían fallecido y los que quedaron no estaban para procrear. Bastante tenían con sobrevivir.

¿Por qué setenta y un años después se reproduce el fenómeno en una sociedad completamente distinta a aquélla, e infinitamente mejor? Ya hace muchos años que la natalidad en la España desarrollada era una de las más bajas del mundo, casi comparable a la del Vaticano, un Estado netamente masculino donde los natalicios son noticia por lo escasos. Las españolas se casan o emparejan cada vez más tarde y demoran más que nunca la edad de tener hijos. Y los tienen en cantidades de país superdesarrollado: entre 1,3 y 1,4 niños por familia.

Al envejecimiento que lleva aparejado cualquier proceso prolongado de crecimiento económico y prosperidad se une en nuestro caso el cambio radical de valores y tendencias experimentado por la sociedad española. Tener descendencia ha dejado de ser a la vez una obligación y una prioridad. Desde 2008, con la crisis, esta alteración del paradigma social de las familias se ha visto intensificada por otros factores que empujan en la misma dirección: el trabajo que asegura la supervivencia se ha convertido en un bien escaso y precario, las mujeres ven penalizada su vida laboral y profesional en cuanto son madres, no existe una política familiar digna de este nombre y han dejado de venir las inmigrantes que suplían la bajada de nacimientos de las nacionales (y las que se quedan se están adaptando, a la fuerza, a los parámetros de fertilidad que se encuentran aquí). Todo conspira a favor de que baje el número de habitantes del país.

España es cada vez más un país de viejos. No para los viejos: esta pérdida pone en peligro las pensiones. Desde ya mismo.

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