Puede ser que fuera que estuviésemos viviendo la apoteosis del otoño sevillano con un día de sol fantástico y de temperatura confort como víspera de un jueves nuboso y de bajonazo en los mercurios. Vivíamos una celebración junto al río, en ese club que se da de cara con San Telmo, y no podía quitarle la vista a la policromía de la más bella paleta de la ciudad, la fachada del viejo palacio de los Montpensier. Ahí se resumía el inigualable otoño de Sevilla, en una sinfonía de matices que reflejaba los rayos del astro rey cuando emprende su huida hacia la cornisa. Hablábamos y hablábamos, pero nuestra vista no podía apartarse de tan impresionante espejo de la estación señera de la ciudad, que si la primavera le gana en literatura, el otoño golea en sensaciones y revitalización de lo bello. Y cuando la tarde se oscurecía, puerta y camino para casa, y a soñar, otoño...
Comentar
0 Comentarios
Más comentarios