La pancarta equivocada

Hay muchas formas de defender los derechos de los gais antes de presentarte donde nadie te llama

La denominada marcha del Orgullo, celebrada con evidente éxito de público (otra cosa es la crítica) en muchos sitios, no es apta para todos los públicos. Aunque protegida por algo tan noble como la defensa del débil o discriminado, su puesta en escena carnavalesca y excesiva la ha llevado más allá de la lucha por los derechos de los homosexuales, adentrándose de lleno en los terrenos más pantanosos de la radicalidad y la provocación, de forma que sólo la gente identificada con los planteamientos más radicales de la izquierda se siente identificada con este movimiento posmoderno que cada año se nos mete por los ojos entre la complacencia políticamente correcta de unos y el silencio vergonzante de otros.

Sonada ha sido la bronca entre algunos políticos que acudieron a la cabecera de la manifestación y el ministro Marlaska, a cuenta de los insultos contra los primeros que se profirieron en relación con la justificación dada a los mismos por el ministro del Interior, al punto de ser pedida su dimisión por varios grupos parlamentarios. Aunque posiblemente el ministro se haya equivocado y dejado llevar demasiado por los sentimientos, yo creo que tiene razón en una cosa: a los sitios hay que ir cuando te invitan, o al menos cuando tienes la certeza de que vas a ser bien recibido. Y se ponga como se pongan, Inés Arrimadas, Rivera, o la misma Andrea Levy por más tachuelas que se ponga en la chupa de cuero, pintan en la manifestación del Orgullo Gay lo mismo que Pablo Iglesias en un concierto de Hombres G: absolutamente nada.

Hay muchas formas de defender públicamente los derechos del colectivo gay antes de presentarte donde nadie te llama, y más cuando la asociación que abandera la actividad tiene unos planteamientos éticos y sociales que van mucho más allá de lo que las políticas liberales o conservadoras clásicas admiten en la materia. Aquí, aunque pocos lo reconozcan en público, los que lo ha tenido más claro han sido los de Vox, quienes abiertamente se han negado a asistir simplemente porque están en la trinchera contraria y no lo ocultan como otros. Porque al final, de lo que se trata es una cuestión de identidad con unos principios, los de la LGTBI, que distan mucho de los que demandan los votantes del centro derecha. O así al menos lo entendieron los que increparon a Inés mientras se aferraba vociferante a la pancarta equivocada.

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