Queda claro, meridianamente claro, más claro que el agua y si no quieres caldo, dos tazas... o tres. El mandarinato arbitral no sólo se niega a que salgan del anonimato las conversaciones del árbitro con el VOR, sino que se limpia en la cortina de no sancionar al dúo que perpetró lo de Getafe y le endilga a Feddal dos partidos de castigo por el tremendo delito de decirle al infausto colegiado que se había cargado el partido.
Y es que la verdad, esa verdad indiscutible de que el juez se había cargado el invento, es merecedora de un castigo ejemplar o, más bien, ejemplarizante. O vemos cómo ese tuercebotas que ha llegado a la élite dando patadas y que atiende por Sergio Canales ya está apercibido de sanción tras haber sido alevosamente agredido por el getafeño Ángel, futbolista que se erigió en indiscutible protagonista de la jornada y de ese otro fútbol tan aplaudido por el que lo rentabiliza.
Estamos en mitad del río, recién pasado el ecuador del curso liguero y ahí tenemos a un equipo, Real Betis Balompié, que es el que más faltas y más tarjetas recibe. ¿Y cómo se digiere tal cosa? Pues muy mal, se digiere sólo con la ayuda de una sobredosis de bicarbonato y con la indignación que producen tribuletes de dudosa laya deslizando que quizá la animadversión arbitral se hubiera evitado si el presidente no le hubiera dicho a Rubiales ahí te quedas con tu banda.
Banda que tiene en los árbitros a su brazo armado es lo que se supone se lee de esa acusación al dirigente bético. Y ya es triste que eso se diga públicamente, pues enaltece ese terrorismo del otro fútbol que pasa por la vieja conseja de darle el culo al amigo y por culo al que no lo es. De otras forma es difícil de comprender que por lo mismo sancionen a Fekir y exoneren a Iago Aspas. Y es que sólo viendo que el que más faltas sufre es el más castigado es para bajarse en la próxima.
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