Desde mi córner

Luis Carlos Peris

No parece buena la continuidad de Villar

VEINTIOCHO años, seguimos para bingo y lo que te rondaré... Ángel Villar lo ha visto claro, renuncia a Europa, a sus obras y a sus pompas, y decide quedarse en casa. ¿O es que alguien, después de veintiocho años morando en ella, puede dudar de que la Real Federación Española de Fútbol es su casa? Además, haber presidido la Eurocopa última ha servido para atenuar el mono de grandeza que pudiera atesorar en su almario.

Veintiocho años, que se dice pronto, pero que es una eternidad en fútbol. Desde aquella Eurocopa en Alemania de 1988, Villar ocupa el sillón que había sido de Pablo Porta y luego de aquel José Luis Roca que sirvió de nexo entre los dos presidentes más populares que ha tenido la RFEF. Lo primero que hizo fue defenestrar a Miguel Muñoz, el hombre que supo reconciliar al pueblo con el equipo nacional, para colocar a un Luis Suárez que cavó su propia tumba como con prisas.

La historia de Ángel Villar Llona, licenciado en Derecho por Deusto y futbolista internacional del Athletic que nació junto a San Mamés, como presidente de la Española es tan larga que son numerosos los cadáveres que guarda en su armario. Me acuerdo ahora de Gerardo González Otero, que pasó de jefe de prensa a omnímodo en un trayecto similar al que después vivió Jorge Pérez. Y junto a él siempre, la figura inquietante del infungible Juan Padrón con sus componendas.

En fin, que a la vista de que lo de la UEFA pintaba imposible, nuestro hombre anuncia su intención de eternizarse en el cargo. Porque tanto tiempo ahí da para mucho en unas elecciones y Villar se las pinta solito para que las urnas le obedezcan. Con su presencia continuará el divorcio entre la Federación y el fútbol profesional, pues de lo que sí se puede estar seguro es de que el matrimonio Villar-Tebas no es posible. ¿Y es esto bueno para el fútbol? Pues no parece que lo sea.

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