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Análisis

Joaquín / Aurioles

El paro juvenil

La OIT acaba de hacer un dramático llamamiento a la resolución del problema del desempleo de los jóvenes · En España ha pasado del 17% a superar claramente el 40%, porcentaje que se eleva en Andalucía a más del 50%

SON los más baratos y los más fuertes, pero también los que más dificultades tienen para encontrar empleo y los que más fácilmente lo pierden. Estamos hablando de los jóvenes, que también son los mejor formados del panorama laboral y, junto con los inmigrantes, los que mejor soportan las condiciones laborales más duras. Es cierto que la juventud es un atributo incompatible con la experiencia y puede que en épocas de crisis se impongan las conductas empresariales más conservadoras y contrarias a aventuras que impliquen cambios e intensificación de la actividad, pero, a pesar de todo, resulta difícil entender el cruel rechazo del mercado laboral a los jóvenes en España y todavía más en Andalucía.

De cara a la preparación del Año Internacional de la Juventud, la OIT acaba de hacer un dramático llamamiento a la resolución del problema del desempleo juvenil en el mundo. De los 620 millones de jóvenes activos con más de 15 y menos de 25 años, 81 millones, es decir, un 13% están parados. Si observamos el dato desde la perspectiva española o andaluza, la situación no parece tan preocupante como la dibuja la OIT, si no fuera por otras circunstancias que lo acompañan, como que, por ejemplo, más de una cuarta parte de los que trabajan perciban un salario inferior a 1,25 dólares al día, lo que significa que se mantienen dentro del umbral de la pobreza extrema. En España las condiciones de trabajo y las de supervivencia en situación de desempleo no son tan duras, pero los números globales son mucho peores. En tan sólo tres años, desde finales de 2006 hasta principios de 2010, hemos pasado de una tasa de paro juvenil del entorno del 17-18% a superar claramente el 40%, es decir, el triple que en el resto del mundo, pero es que en Andalucía el porcentaje se eleva por encima del 50%. En concreto, el 46,8% de los jóvenes andaluces entre 20 y 24 años se encontraba en paro durante el segundo trimestre de 2010, mientras que el porcentaje de los comprendidos entre 16 y 20 años se dispara nada menos que hasta el 68,4.

¿Estamos sólo ante una manifestación más de la tremenda irracionalidad de nuestro mercado de trabajo o existen otras razones que ayuden a entender tan elevado rechazo? No hay situaciones parecidas en la Zona Euro y muy pocas con las que compararse en el conjunto de la OCDE. Tan sólo en Polonia y algunas repúblicas Bálticas se presentan cuadros tan problemáticos como el español, aunque todos los análisis coinciden en que para entender la singularidad del caso español hay que comenzar por considerar la fuerte segmentación del mercado, la elevada temporalidad en la contratación de los últimos años, que es la que ha afectado a todos los jóvenes que tenían empleo en 2006, y el boom de la construcción. Así que la primera razón del paro juvenil español es una mezcla de deficiente funcionamiento del mercado de trabajo y de modelo productivo, pero no se acaban aquí las razones. Los elevados salarios de los años de más intenso crecimiento incentivaron a los jóvenes al abandono prematuro de los estudios y a la aceptación de empleos precarios, viéndose obligados a encarar la crisis y a buscar mecanismos de reinserción con niveles de insuficientes de formación. El fracaso escolar se apunta, consecuencia, como una causa adicional, al que habría que añadir el inadecuado funcionamiento del sistema educativo. Puede que el calificativo de "generación perdida" sea excesivo, si con el mismo se quiere hacer referencia a la total ausencia de expectativas de empleo en la mayoría de los jóvenes, incluidos los titulados universitarios, que se aproximan al mercado de trabajo, o a la sentencia de que será la primera generación de la historia con niveles de vida inferiores a los de sus progenitores. Habrá que admitir, no obstante, que nunca existieron tantos obstáculos para acceder a un empleo y que el periodo de consolidación de una relación laboral estable o, al menos con una perspectiva temporal lo suficientemente amplia como para soportar un proyecto vital, es en la actualidad mucho más largo que hace un par de décadas.

El entramado institucional en torno al mercado laboral y, más concretamente, la negociación colectiva, no contribuye a abordar soluciones al problema de los jóvenes. De entrada, no están presentes en la negociación, dónde los representantes de los trabajadores, cuyo poder de negociación es, por cierto, mucho mayor del que se correspondería con su verdadero nivel de afiliación, defienden prioritariamente los intereses de los trabajadores con contrato fijo. Es de suponer que jóvenes, inmigrantes y el resto de los colectivos más afectados por la temporalidad y, en definitiva, por el aumento del paro, observarán con asombro situaciones como la que Samuel Bentolila utilizaba para resumir el comportamiento del mercado de trabajo español en 2009: se destruyó el 25% de los empleos asalariados, el 35% de los trabajadores temporales perdió su empleo, mientras que los salarios de los trabajadores con contratos indefinidos aumentaban un 4%.

Habría que esperar de la reforma laboral que ahora se tramita que muchas cosas comiencen a funcionar de forma diferente a como lo han hecho hasta ahora y, entre ellas, el empleo para los jóvenes, aunque, como ampliamente documenta F. Felgueroso en www.nadaesgratis.es, las deficiencias del mercado laboral español son tan agudas y diversas y la reforma laboral tan tímida, que termina por ignorar las cuestiones clave del paro juvenil.

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