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editorial

El paro, la sangría que no cesa

DENTRO de escasas semanas se cumplirá un lustro consecutivo de crisis económica. Desde el verano de 2007 -en ese momento con más virulencia en Estados Unidos que en Europa-, los sucesivos periodos de recesión y leves repuntes han dejado una consecuencia que no sólo no toca fondo sino que con cada avance agrava aún más la situación: el paro. La Encuesta de Población Activa (EPA) referida al segundo trimestre del año, desvelada ayer, sitúa la tasa de desempleo en un nuevo máximo histórico en España, el 24,63%, un cifra que tiene una dramática traducción: prácticamente una de cada cuatro personas de nuestro país en edad de trabajar está desocupada, lo que supone que son ya casi 5.693.100 desempleados. De abril a junio, un periodo normalmente propicio para que mejore el mercado laboral, el número de personas sin empleo creció en 53.000 individuos. Y el mayor drama es ése, que la crisis sigue expulsando del mercado laboral -bien por la vía del despido, bien porque ni siquiera logran un primer empleo- a más y más gente, especialmente en el cuatrienio anterior. En el último año, sin ser el peor del ciclo recesivo, el paro aumentó en 859.400 personas. Es una sangría que no cesa y a la que aún no se le ve fondo. De hecho, las perspectivas de seguir en recesión no sólo en todo el año 2012 sino también en 2013, pese a los duros ajustes aplicados, auguran que este ya de por sí pésimo dato puede empeorar y superar por primera vez la barrera de los seis millones de parados. Es especialmente grave que más de la mitad de los menores de 25 años (según la EPA el 53,28%) no tengan empleo, lo que supone agrupar en ese epígrafe a casi un millón de jóvenes (en 957.000 lo cifra el Instituto Nacional de Estadística, organismo que publica la encuesta). Igualmente grave es que haya aumentado en 9.300 el número de hogares sin ninguna persona con empleo, por lo que ya son 1.737.000 los que tienen a todos sus miembros en el paro. Sólo la solidaridad familiar, más allá de los sistemas de protección, explica, a la vista de estos datos, que no haya un estallido social en España.

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