Crónica Personal

El partido de Abascal

Vox ha crecido porque un porcentaje alto de españoles piensa que es el único partido que defiende a España

Con el PP de Feijóo en marcha, hay motivos para pensar que Santiago Abascal no va a tener tan fácil culminar su avance hacia el destino soñado, el que le acercaba a La Moncloa.

Núñez Feijóo le ha arrebatado sus principales banderas, empezando por la rojigualda y el himno, con los que abrió el congreso de Sevilla. Ya no podrá presentarse Vox como el único partido que defiende su patria con uñas y dientes. Feijóo confesó que se desbordaban sus sentimientos ante los símbolos de España y aseguró su compromiso inamovible con la lengua común. Defendió también la Constitución, la igualdad, la España de las autonomías y los diferentes modelos familiares,y advirtió de que desde el liderazgo de la oposición no dudará en llegar a acuerdos con el Gobierno en asuntos de Estado.

Esta última parte inequívocamente constitucionalista es lo que le diferencia de Vox. Pero habrá que ver cómo reaccionan los votantes de Abascal cuando llegue el momento de pronunciarse ante las urnas. Vox ha crecido considerablemente porque un porcentaje alto de españoles piensa que es el único partido que defiende a España, que quiere a España. Ahora hay otro partido, otro dirigente, que se ha marcado como prioridad esa defensa.

Coincide el discurso de Feijóo con una etapa agridulce para Vox. Por primera vez asumirá responsabilidades de gobierno, en Castilla y León, pero ha tenido tantas dificultades para encontrar candidatos con experiencia y solidez para formar su equipo, que ha tanteado a miembros del PP y Ciudadanos que ocupaban cargos en el Ejecutivo anterior para ofrecerles pasar a sus filas con un puesto de más relevancia. No puede sorprender: muchos de los diputados de Vox no residen en las provincias por las que han sido elegidos, y en Andalucía presentarán como candidata a la Junta a Macarena Olona, que vive en Madrid y tiene un papel relevante en Vox y en su grupo parlamentario. En Castilla y León a Gallardo, de raíces burgalesas pero con su vida hecha en Madrid. Va a ser vicepresidente. Sin ninguna experiencia política ni de gestión, se comprende que estén echando el lazo fuera de Vox.

El éxito del partido se basa en su españolidad a ultranza, pero no se ve un equipo económico con personas de reconocido prestigio. Va algo mejor en internacional, pero sus contactos en ese terreno provocan rechazo generalizado por su antieuropeismo y su talante escasamente democrático. En cuestiones sociales son manifiestamente mejorables: excesivamente dependientes del catolicismo más trasnochado, que ni siquiera aceptan un buen número de católicos de principios firmes e incuestionables.

Esperemos acontecimientos. Pero se intuye que Feijóo le puede hacer un avío a Vox.

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