Puntadas con hilo

María José Guzmán

mjguzman@grupojoly.com

El pasaporte Covid

Que haya resistencia al certificado para acceder a bares y lugares de ocio perjudica a todos

De Covid se contagian las personas, no los territorios. Con esa afirmación defendió el Consejo Mundial de Viajes y Turismo (WTTC) la necesidad de evitar tanto el cierre de las fronteras al inicio de la pandemia como, posteriormente, las catalogaciones de alto riesgo que han servido a los gobiernos para imponer limitaciones a la movilidad que han atrapado durante demasiados meses al sector turístico en el sumidero de pérdidas.

El tema es controvertido, pero el lobby mundial de la industria turística tenía muy claro desde el principio que el problema, al margen del virus, fue la falta de coordinación internacional y de un liderazgo que chocó con una Organización Mundial del Turismo (OMT) débil y ausente. Hoy sigue siendo un tema mal resuelto pero el debate sobre el pasaporte Covid, una medida a la que apuntaba el WTTC en su momento, vuelve a reabrirse y a perfilarse un instrumento fundamental para mantener viva la ya palpable recuperación de los destinos turísticos.

Esta medida ha tenido que ir salvando obstáculos: en los momentos más duros de la pandemia, pues la escasa tasa de vacunación invalidaba este pasaporte, al que se le ponían también reparos por cuestiones jurídicas de discriminación y de protección de los datos médicos. Y ni siquiera entre el sector turístico consiguió un respaldo unánime al prevalecer en algunos círculos el temor a ser políticamente incorrectos en una etapa en la que toda ayuda es poca.

Pero la situación es ahora bien distinta: el 90% de la población está vacunada en el caso de Andalucía, donde el TSJA ha avalado también este pasaporte como llave para acceder a bares, restaurantes y locales de ocio nocturno. Y eso, al margen de las críticas, está haciendo que este instrumento funcione también como incentivo para vencer la resistencia del porcentaje de población no vacunada todavía. Este certificado funciona por comunidades autónomas, pero sigue sin haber un documento general para toda España, lo que algunos interpretan como un intento de evitar el desgaste político que supone adoptar medidas restrictivas y, por tanto, polémicas.

Y ahora bien. ¿De qué está sirviendo este pasaporte allá donde se ha implantado? En el caso de Sevilla ha entrado de puntillas en los bares y restaurantes, lo que hace dudar de que la medida, como se pretendía, sirva para garantizar seguridad a los clientes y acabe convirtiéndose en una traba más en esta larga pandemia donde una cosa parece estar clara, aunque no todos lo vean así: la recuperación de la economía nacional llegará cuando vuelva el turismo, que seguirá siendo el motor en una coyuntura de crisis y retroceso y también de gran malestar social donde el coste de la vida sigue al alza.

Por ello facilitar los viajes debería ser algo prioritario y, más que nunca, es necesaria una estrategia nacional porque frenar ese tsunami turístico que algunos han vaticinado para la primavera de 2022 perjudica a todos, a los que malviven hoy en esa industria y al resto de la sociedad que echa en falta decisiones políticas más firmes.

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