Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

Como si nada pasara

Lo peor de la segunda ola es que nos acostumbramos a vivir con el virus como si fuera un elemento más del paisaje

La Policía Local no da abasto las noches de los fines de semana para desalojar las botellonas de jóvenes que identifican ocio y libertad con reunirse en la calle con sus amigos o no amigos, si es por cientos mejor que por decenas, para beber como si no hubiera un mañana. Han decidido que lo del virus, los contagios, los hospitales o incluso los tanatorios no va con ellos. Es una amenaza lejana con la que deben lidiar los que le toque. Quieren vivir como si nada pasara más allá de llevar una mascarilla colgada del codo, aunque ellos y sus padres exigen en el instituto o la universidad todo tipo de garantía sanitaria, más profesores y lo que haga falta. Pero no es la inconsciencia de la juventud la única que provoca intentos de vivir de espaldas a la pandemia. Todos los días se anuncian acciones de protesta en la calle. Desde los docentes a los trabajadores de la cultura y los espectáculos, pasando por los de la hostelería y todas las demás ramas del turismo.

Cada vez más gente prefiere ignorar que nos está pasando por encima una apisonadora y que quizás ahora, en estas semanas, volvamos a estar otra vez acercándonos a una situación de descontrol y de colapso de los servicios sanitarios. Tampoco los políticos encaran la realidad, como si ocultando la cabeza debajo de la almohada desaparecieran los problemas. El presidente andaluz, Juanma Moreno, no quiere ver las colas a las puertas de los centros de salud ni la desesperación de sus profesionales, incapaces ya de gestionar la falta de medios y la ineficacia administrativa. Prefiere ponerse paternal y aconsejar que no se hagan reuniones familiares porque el contacto con los más íntimos produce una falsa sensación de seguridad. Hasta ahí llega.

Lo peor de esta segunda ola del maldito bicho es que nos estamos acostumbrando a vivir con él como si fuera un elemento más del paisaje y como si lo de la nueva normalidad fuera algo más que un eslogan con el que los responsables de la situación quieren ocultar algunos de sus fracasos. Cierto que por ahora no se están repitiendo las dramáticas escenas de marzo y abril, pero Madrid empieza a dar mucho miedo y los datos de Andalucía, como se puede seguir día a día en este periódico, no son ni mucho menos para estar tranquilos. La cosa se está poniendo muy mal y si no queremos que la ola nos vuelva a pasar por encima habría que adoptar ya medidas efectivas y contundentes. De todo lo que podemos hacer la peor opción es creernos que podemos vivir como si no pasara nada. Y es lo que muchos están haciendo o dejando hacer.

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