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De paseo por BCN

La invasión turística está haciendo de Barcelona uno de los iconos del gran Planeta Turismo. Al año la visitan más de treinta millones de turistas. Cuando se visita Barcelona hay que asumir que somos parte de los cien millones de personas que anualmente cruzan -cruzamos- las Ramblas. Hay que aprender a convivir con el turismo abrasivo. Nuevas rutas turísticas pueden seducirnos más allá de los posibles encantos literarios (de Juan Marsé a Ruiz Zafón). La ruta del independentismo tiene su aliciente, por raro o muy raro que pueda parecernos.

Poco antes deaterrizar en El Prat, mientras el avión low cost planea sobre el mar azul, la costra urbana de Barcelona se divisa desde el aire. Ahí abajo -piensa uno en silencio- nos aguarda la ciudad de los 30 millones de visitantes al año. A Cataluña la hizo famosa el ya legendario tres per cent. Pero ahora hay otro guarismo que hoy alcanza rango de monumentalidad. El turismo produce en Barcelona el 12% de su PIB. Es de extrañar que no exista allí desde hace tiempo un obelisco o fuet hecho en pedrería y dedicado al célebre seny de los catalanes (en contraposición, claro está, a la rudeza del común de los españoles). Y ahora, de igual modo, nos extraña comprobar que no hayan plantado un monumento al PIB en plena Diagonal.

Pese a que el avión sigue bajando, la imaginación cobra altura. Los tiralíneas ideados en su día por Ildefonso Cerdá remarcan las manzanas racionales y las avenidas sobre la perfecta retícula del Ensanche. Pero la nueva contaminación se intuye ya desde el cielo. Bajo copones de árboles se aprecian las Ramblas de los cien millones de peatones que la cruzan al año. La torre Agbar de Nouvel parece un supositorio azul de corte supersónico, pero la mirada prefiere ir en busca de la fantasía litúrgica de la Sagrada Familia (3,2 millones de visitas al año).

Antes de poner pie en tierra, Barcelona nos ofrece pues este divertimento aéreo. Uno ya no contempla Poblenou así como así, sino que imagina y cuenta las 200.000 camas de hotel que existen en este barrio de sólo 70.000 habitantes. Al identificar la zona de Gràcia, de inmediato el lugar se convierte en un camping (existen 15.000 plazas de albergue, el doble que las de hoteles). Por Ciutat Vella uno intenta identificar los viejos recodos del barrio Gótico, en el que el 52% de sus edificios albergan pisos turísticos. De hecho el barrio Gótico nos parece que desprende como un curioso fosfón. Es el aroma a ciudad-souvenir.

El avión está a punto de tomar la pista de aterrizaje y ya no nos da tiempo de seguir fantaseando con más cifras y con más panales de turistas abrasivos. Son los visitantes que a cualquier hora recorren las zonas de alta contaminación turística (Boquería, Parque Güell, el Borne, fontanas de Montjüic, Barceloneta).

Hubo un tiempo en que el turista curioso paseaba por Barcelona intentando recrear en lo posible ciertas rutas literarias. Estas aficiones a veces resultan desastrosas: el paisaje in situ desmiente la ficción, la altera y la hiere de muerte para desolación del turista lector. Pero bueno, ahí que seguíamos los pasos al detective Pepe Carvalho de Manolo Montalbán. Otro Manolo, el Manolo Reyes de Juan Marset (alias Pijoaparte en la novela), nos llevaba del barrio del Carmelo (el de los charnegos y menestrales) a la zona fina y burguesa de San Gervasio. El crepúsculo de las clases sociales caía bajo las páginas de Últimas tardes con Teresa.

Por su parte, el bucle de la añoranza nos hacía transitar por la Barcelona y sus vidas de Carlos Pujol. De igual modo, las primeras novelas de Eduardo Mendoza nos acercaban a la Barcelona de la aurora industrial. De un tiempo a esta parte, el forofo lector de La sombra del viento, El juego del Ángel y Marina cuenta ya con una Guía de la Barcelona de Carlos Ruiz Zafón, escrita por Sergi Doria. Aquí se recorren las angostas escaleras del Raval , los jardines de la Ciudadela, los palacios junto a Santa María del Mar, la pepita de oro de Pedralbes, los caserones del Tibidabo… Todo un cicerone Carlos Ruiz Zafón

Si es por elegir, uno prefería pasear por los honestos ángulos de las afueras, allá por Sant Adrià del Besós, y lo hacía de la mano de la madre del escritor Javier Pérez Andújar (paseos por el río Besós, por la playa junto a la central térmica, por los bloquetones de pisos para rentas escasas). También en cuanto a territorio ficción, lo último en humor (humor a la catalana y humor amarillo del Sol Naciente) es la nueva novela de Pablo Tusset Sakamura y los turistas sin karma. Bienvenidos todos a Barna City, capital turística de la Extrema Europa, en donde al parecer ciertos turistas japoneses la emprenden contra ancianos y niños.

El caso es que a Barcelona nos ha traído ahora la excelente exposición sobre David Bowie abierta en el Museu del Disseny (de tanto mirarlo todo, las pupilas se nos dilatan como el morboso ojo izquierdo de Bowie). Hemos aprovechado la visita, llevándonos por el fluido cultural, para ver también la otra exposición que sobre la cantante Björk se encuentra en el estupendo CCCB ('Björk Digital').

Entre tanto y tanto, el paseante por Barcelona halla hoy por hoy otros alicientes que, en principio, podrían parecernos estrambóticos. Uno se distrae observando fachadas y balcones. La Barcelona del llamado proces independentista despierta nuestra curiosidad. Banderas patrióticas y enseñas a favor del referéndum cuelgan de las casas: Independència es dignitat, Per un país amb democràcia real. Lejos de molestarnos, la ruta turística por la BCN independentista tiene su encanto. En todas partes, incluida la Sevilla natal, uno se siente divinamente cantando aquello de Franco Battiato: "Cooomo un extranjerooo no siento ataduras del sentimientoooo". Pues eso: aquí y allá extranjeros que somos. Y tan a gusto.

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