De paseo con William Hurt

EDITOR DE LA 'REVISTA MERCURIO'

Antaño, de tanto en tanto, se nos ponía cara de William Hurt, el protagonista de El turista accidental, aquella película ochentera de Lawrence Kasdan. Hay caras que nos resultan inertes o incoloras, como si su nula expresión obedeciera a un goterón de cera fría. William Hurt interpreta a Macon Leary, un aburrido escritor de guías de viaje para ejecutivos que odian viajar, pero que no tienen más remedio que hacerlo por motivos laborales. La muerte de su hijo en un accidente lo sume en una viscosa apatía. Su mujer (Kathleen Turner) lo abandona. Leary conocerá a Muriel (Geena Davis), entrenadora de perros y alegre chica de barrio bajo. Pese a ser su antítesis, Muriel dará algo de movimiento a ese rostro envasado al vacío.

Hemos conocido con pesar la muerte de William Hurt a los 71 años. Aunque se le recuerda más en películas como El beso de la mujer araña o Hijos de un dios menor (sus últimas y tristes inmersiones han sido en la galaxia Marvel), para nosotros William Hurt siempre fue el rostro apático pero amigo que le ponía cara, irónicamente, a nuestro discurrir por los tiempos vagos de la vida.

¿Y qué tiene que ver con Sevilla William Hurt? ¿Qué pinta aquí el abúlico escritor de guías de viaje para ejecutivos? Que sepamos, Macon Leary no escribió ninguna guía sobre Sevilla (en la Sevilla de nuestra niñez los únicos ejecutivos que conocíamos eran los calcetines ejecutivos para adultos). El caso es que desde que en su día vimos la película, cada vez que pasábamos por un momento lánguido se nos ponía cara de flojera. O sea, cara de turista accidental. Es lo que nos ocurre últimamente, cuando al atardecer nos da por pasear y pensar si tal vez nos hallamos en la ciudad equivocada, el lugar donde acaso nacimos por algún esotérico extravío.

Desde este mismo periódico se denuncia una y otra vez el ruido, la mugre y la zafiedad que rezuma Sevilla (sobre todo en los temibles fines de semana). Es cierto. Pero, como a William Hurt, lo que se nos pone al pasear es cara como de punto muerto, sobre todo cuando todo nos resulta tedioso y ajeno, mientras sorteamos acampadas de veladores, bullas amorfas y sin sentido, ruido variado, calles cortadas por viacrucis, turistas pasivos, cacas de coches de caballos (a menudo los detestables cocheros intentan atropellarnos por el agraviado entorno del Alfonso XIII). Pero uno no se sulfura, sino que deja que aflore con mansedumbre la cara de alubia blanca de William Hurt. Tal vez solo seamos turistas accidentales que vinimos a nacer accidentalmente aquí. Descanse en paz aquella anomalía de Hollywood.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios