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Desde mi córner

Luis Carlos Peris

El pasillo debería ir a la abolición

No es de recibo que un acto que nació como muestra de consideración haya derivado a una grosera humillación

DESDE que los tiempos se encabronaron, las formas se perdieron y las rivalidades superaron los linderos del terreno de juego, cada vez sorprende menos la inquina con que se le mete el dedo en el ojo al rival. Viene a cuento por lo del pasillo del Barça al campeón, que ha sido el más odiado de todos sus rivales. El pasillo al campeón era una ceremonia de consideración al vencedor, una forma cortés de rendirle unos honores que han ido desvirtuándose de tal manera que lo que era una consideración al vencedor ha derivado a una humillación del vencedor al vencido. Y por eso ya no tiene el menor sentido susodicho pasillo.

Anoche tuvo un comportamiento modélico el Barcelona con el campeón liguero, pero tal como se fue desarrollando todo, muy bien hubiese hecho con decirle al vencedor que enhorabuena, muy bueno lo tuyo y vamos a jugar, que ni pasillos ni gaitas. El Barça obró con caballerosidad, con una hidalguía grande, pero viendo cómo se había ido envenenando el ambiente, viendo cómo la prensa capitalina llevaba meses anunciando con sorna el sapo que iba a tragarse el Barça -alirón o pasillo, decían desde el mes de enero-, el club barcelonés hubiese estado en su pleno derecho de negarse a un reconocimiento con ropajes de un vasallaje que no viene a cuento.

Y el colmo de todo era lo de cierto canal de televisión madrileño -hay la tira de ellos- que montó una pantomima con actores que hacían el pasillo vestidos de azulgrana en la boca del Metro que pasa por el estadio. Es cosa de los tiempos que corren, unos tiempos en los que igual tienen sitio los abominables corresponsales anónimos con sus descalificaciones y sus insultos que unas maneras desvirtuadas por un simple problema de falta de educación y de sentido de la convivencia. Un acto que resultaba agradable, versallesco, deportivo y propio de gente educada se ha ido desvirtuando al compás que se desvirtúa casi todo en este tiempo de incuria, zafiedad y grosería.

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