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Cuchillo sin filo

Francisco Correal

fcorreal@diariodesevilla.es

Aquí con no pecar basta

Cuatro duendes propiciaron que aquel 1 de junio de 2019 fuera un día memorable

Todo esto pasó el 1 de junio de 2019. Todavía el mundo estaba en su sitio. Sevilla había sido elegida para celebrar el día del Desfile de las Fuerzas Armadas, con la presencia del rey Felipe. Era un carrusel de acontecimientos. El fin de semana anterior se disputó la final de la Copa del Rey (el Valencia derrotó al Barcelona en el Benito Villamarín) y hubo elecciones municipales. El 1 de junio de 2019 tenía que ser un día memorable, pero estaba todo cogido con alfileres. No sé si las cuatro personas, cuatro duendes, que hicieron posible que saliera a la perfección, se conocían entre ellos.

Yo era el anfitrión y organizador de la visita a Sevilla de antiguos compañeros de la Residencia Azorín para estudiantes de Periodismo fundada tras una visión en el camino de Santiago por el sacerdote donostiarra Manuel de Unciti. Los cité junto al Archivo de Indias, donde este cura inquieto y posconciliar había investigado documentos sobre la evangelización en el Sudeste Asiático. Emilio Calderón, párroco de las Letanías, nos esperaba en la puerta de la capilla de los Estudiantes. Dentro, junto al Cristo de la Buena Muerte de Juan de Mesa, la homilía del reverendo que este año cumple las bodas de oro de su ordenación sacerdotal nos electrizó e interpeló a todos.

Joaquín de la Peña, hermano mayor de Todos los Santos, nos esperaba en el patio de los Naranjos. Nos hizo un recorrido sinóptico por la Catedral, una verdadera degustación espiritual. Pedro Sánchez Cuerda se desdobló. Delegó en su extraordinario equipo para que nada nos faltara en el ágape de La Raza al tiempo que él atendía al Rey y sus acompañantes en una comida servida en el Casino de la Exposición. Ínclitas razas ubérrimas, ecos de Rubén Darío. Asamblea informal de azorines en la histórica entrada de la Exposición Iberoamericana de 1929.

Un tiempo para el descanso. La mayoría venían de Madrid y lo vivían como un respiro: la capital que estos días acoge la Feria del Libro estaba invadida por miles de británicos, muchos sin entrada, para la final de la Copa de Europa que ese día disputaban en la cuna del chotis el Liverpool y el Tottenham. La última que ganó el equipo de la ciudad de los Beatles donde está enterrado Blanco White.

Las dos finales siguientes, ganadas por Bayern Múnich y Chelsea, se disputaron sin público. Aquel 1 de junio de 2019 fue un espejismo, el canto del cisne del mundo feliz. Tres meses después se iniciaba la conmemoración del quinto centenario de la primera vuelta al mundo. Nadie imaginaba que el mundo solito se iba a dar la vuelta.

Un día tan mágico terminó con unas vistas sorprendentes. La Giralda iluminada desde la terraza del hotel Inglaterra, donde Mamen Otero, el cuarto sumando de esta concatenación de detalles, nos buscó un espacio reservado para que los que llegaron desde allende Despeñaperros contrajeran el síndrome de Stendhal. Los dos años siguientes no han podido reunirse. Este año por fin lo vuelven a hacer en Ávila. El revés del viaje de Santa Teresa a la ciudad donde escribió Las Moradas y dijo angustiada por el calor: "Aquí con no pecar basta".

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