Leo que la recuperación de Stephan Zweig, tras años de olvido e infravaloración, no deja de crecer: entre 2014 y 2018 editoriales prestigiosas -con Acantilado al frente- han publicado 40 obras suyas a las que en el primer semestre de 2019 se sumarán otras seis. El olvido y desprecio de Zweig fue una de tantas injusticias obradas por esa forma odiosa de clasismo intelectual llamado pedantería. Porque Zweig había sido inmensamente popular (primer pecado) y leído por todas las clases sociales (segundo pecado) como un ameno novelista al que el cine hizo aún más popular (tercer pecado) y un formidable biógrafo empeñado en divulgar la excelencia entre las mayorías (cuarto pecado).
En los años 20 y 30 la maravillosa Editorial Juventud -que hizo más felices a niños y adolescentes con las primeras traducciones de Oliver Curwood, Enid Blyton, J. M. Barrie o Lewis Carroll y en los 50 con las de Tintín- hizo familiares las biografías y novelas de Zweig, publicando posteriormente sus obras completas en cuatro lujosos volúmenes. Era tan popular que -como estudia Ingrid Cáceres en su artículo Germanofilia y nacionalcatolicismo: contradicciones en la recepción franquista de Zweig- pese a que en 1941 el embajador alemán solicitó al Delegado Nacional de Propaganda que se prohibieran en España "los autores judíos alemanes que me parecen especialmente indeseables: Franz Werfel, Jakob Wassermann, Emil Ludwig y Stefan Zweig", se siguió publicando incluso en los años más duros de censura.
Acudo a mi memoria personal. En muchísimas de casas de todas clases sociales había libros de Zweig. En las de mis amigos -hijos de oficinistas, empleados de banca, propietarios de bares modestos y abogados de pequeños despachos que vivían en Nervión, el Polígono de San Pablo, Ciudad Jardín o Los Pajaritos- había pequeñas bibliotecas en la que nunca faltaban obras suyas. Y frecuentemente los cuatro volúmenes de las obras completas comprados a plazos. Después, el olvido y el desprecio. Y ahora la resurrección en prestigiosas editoriales. Cuando un gran autor que fue popular -la verdadera y única democracia cultural- es despreciado y después recuperado como cultura de élite es que algo ha ido mal. Felicitémonos por la recuperación de Zweig. Pero meditemos sobre ese odioso clasismo intelectual que es la pedantería.
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