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José Aguilar

La pelea inútil de Rubalcaba

NUESTROS Miki y Duarte acertaron, una vez más, con su viñeta del domingo que desnudaba la actualidad con más contundencia y mejor grafía que un editorial: el Rubalcaba que golpea con entusiasmo un saco de boxeo al amparo de su lema (Pelea) acaba acorralado por una multitud de ciudadanos-boxeadores que se dirigen hacia él con no muy buena intención. Una multitud de cinco millones de parados.

Diagnóstico preciso. Lo que va a pasar el 20 de noviembre se sabe tres semanas antes, a cuatro días del comienzo de la campaña electoral propiamente dicha, no porque lo digan todas las encuestas de todos los institutos demoscópicos contratados desde todas las opciones ideológicas, sino porque los españoles han decidido hace meses que la angustia que sufren por la crisis económica es más importante que cualquier otra motivación electoral y han perdido toda esperanza en que el partido que gobierna sea capaz de reconducir la situación. No le tienen fe. Así de fácil.

De modo que el candidato Rubalcaba puede pelear con toda la inteligencia y el brío que se le atribuyen, porque los tiene, pero la premisa es inamovible: es el candidato del partido bajo cuyo mandato España ha batido todos los récords de desempleo, mantiene en el paro a la mitad de sus jóvenes y a 1,4 millones de familias con todos sus adultos al sol los lunes, los martes y cada día de la semana. No le sirve ni desmarcarse del Gobierno en cuya cúspide ha estado todo este tiempo ni su innegable éxito en la lucha contra el terrorismo, que mejora su imagen personal, pero no le da votos, como reflejan los sondeos y como ya había advertido Tony Blair a Zapatero en base a su experiencia en Irlanda.

Las encuestas pueden equivocarse en los porcentajes de votos y en la asignación de escaños, pero no como espejo de las percepciones generalizadas de los ciudadanos. O sea, en que la gente cree con gran mayoría que el PP ganará las elecciones, prefiere que gane el PP, piensa que haga lo que haga el PSOE no podrá ganarlas y que Rubalcaba conoce mejor que Rajoy los problemas de España y sabría gestionar mejor que Rajoy el final de ETA, pero que Rajoy está mejor preparado para hacer frente a la crisis y que sabrá manejar mejor los mercados financieros, por lo que -en consecuencia con su máxima, y casi única, preocupación- lo hará mejor como presidente del Gobierno.

A esta imposición inapelable del principio de realidad el PSOE sólo puede oponer el principio de la sospecha: frente a la idea de que las cosas están mal, pero prometemos cambiar y mejorarlas, la idea de que con el PP empeorarán. Es poca pólvora. Creo que nada alterará en estas tres semanas lo que han decidido ya los españoles.

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