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fátima Díaz

No hay pelotas

QUÉharías si te despojaran de tu ropa y todas tus pertenencias y te dejaran abandonado en un lugar salvaje, alejado de cualquier rastro de civilización, con un completo desconocido y, además, del otro sexo? Lo que para muchos pudiera representar una auténtica pesadilla, para los protagonistas de Aventura en pelotas, el nuevo reality que Discovey Max estrenó el pasado sábado, es una forma de sentirse vivos, de explorar sus límites y descubrir cómo lograron salir adelante los primeros pobladores del planeta. Se trata de un programa que lleva el género de supervivencia en televisión al siguiente nivel o lo devuelve a sus orígenes, dependiendo de cómo se mire.

En cada entrega (un total de seis capítulos de una hora de duración cada uno), un hombre y una mujer totalmente extraños entre sí, deberán aprender a apoyarse el uno en el otro si quieren sobrevivir durante 21 días sin comida, agua, ni un techo bajo el que dormir, y literalmente expuestos a las inclemencias del tiempo. No tendrán más remedio que salir adelante recurriendo a su imaginación y haciendo caso a su instinto.

En lo reducido del grupo de aventureros está el primer fallo de este espacio. ¿Sólo dos personas? Está probado que en cuanto a aventuras selváticas se refiere, funcionan mejor en grupo. Siempre resultan más divertidas.

Pero para hacer más insólito este nuevo formato de supervivencia, la motivación de los concursantes no puede ser más ingenua, ya que la única recompensa de aquellos que logren pasar las tres semanas sin recurrir a ayuda es tan solo la satisfacción personal de haber logrado su meta. No hay premios en metálico, ni cuantiosas recompensas, sólo el orgullo de saber que son unos supervivientes. ¿Quién se apunta ahora?

Aventura en pelotas lleva a sus concursantes a parajes remotos en condiciones muy duras que pondrán a los supervivientes al límite de sus capacidades. Depredadores, lluvias torrenciales, temperaturas excesivas y todo tipo de infecciones acompañarán a sus participantes a lo largo de 21 interminables jornadas. El reclamo no puede ser más sensacionalista, aunque cuando vemos pixelados los pinganillos y tetillas la magia se esfuma. ¡El zurrón siempre tapa lo más interesante! Todo va a peor al comprobar que no se les acerca ni un león, ni siquiera una rata. Qué aburrido es el Serengueti.

Encontrar su propia agua, cazar y pescar, hacer frente a las adversidades y, sobre todo, no dejar que el terror y la desesperación se apoderen de sus mentes son algunas de las tareas que deberán asumir con éxito si quieren superar el trance. Desde luego del espectador no se apodera el terror, sino el sopor.

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