QUÉ barbaridad, sólo falta que no se consume la estafa sufrida ante Athletic Club y el Betis tendría la posibilidad de estar donde pretende su manijero, entre los diez primeros. Fantástica andadura la del equipo bajo la férula de Paco Chaparro, trianero y bético, y eso que en la conformación del grupo apenas tuvo algo que ver. Bueno, sí tuvo que ver, y mucho, pues impidió que en el mercado invernal se poblase el vestuario con una serie de tuercebotas que sólo conocían los intermediarios que merodean por calle Jabugo, barrio del Fontanal, Sevilla extramuros. Por tanto, Chaparro también acertó en eso.

Modélico partido del Betis en su estadio más carismático, en el escenario donde logró sus dos últimos títulos y donde rara vez dobla la rodilla. Y la pena es que dicha cuestión no fuese aprovechada por un beneficiario colateral, el Sevilla. Estaría ya la tropa de Manolo Jiménez tocando el territorio Champions con ambas manos, pero el equipo se tiró al callejón de manera inopinada, sin que absolutamente nadie la esperase. Lo pintoresco, sin embargo, es que entre los muchos palos que le caen a Jiménez cuando los futbolistas se equivocan haya aflorado ahora un agravio curioso, el de que alinease a Poulsen y Kanoute en vez de Fazio y Renato.

Al revés tiene un pase, pero considerar error la alineación de dos pilares indiscutibles como Poulsen y Kanoute mueve, como mínimo, a la hilaridad. ¿También es culpable Jiménez del error de Alves? Al bahiano sólo le faltó abrazarse con los rivales cuando su certero cabezazo le abría los caminos a los de Emery, a ver qué culpa tiene el técnico de tamaña equivocación... En fin que el Sevilla no supo aprovechar el favor que su eterno le había hecho un poco antes porque en fútbol salta la liebre desde la mata más inesperada. ¿O es que no fue liebre inesperada lo del Calderón por un Betis que, sin la estafa que le hicieron el Sábado de Pasión, quién sabe dónde estaría?