La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Nuestra pena en punto

¡Cuántos incensarios de plata darán nuestra pena en punto en aquel sitio!

Fue en el cine Cervantes. Se apagan las luces. Títulos de crédito. Gotas de lluvia resbalan como largas lágrimas por el cristal de una ventana mientras suenan unos poderosos acordes de piano abriendo el hermoso, y tan melancólico, tema de Michel Legrand. Al final de los créditos dice una voz off: "El pasado es un país extranjero". Es la famosa primera frase de la novela de L. P. Hartley El mensajero que Joseph Losey filmó magistralmente. Es cierto… Sólo en parte. Ese país extranjero es también el más familiar de cuantos podamos habitar. ¿Extranjero? Sí, pero como siempre lo son los países en los que el exiliado busca refugio.

Recuerdo las palabras de El mensajero en esta Cuaresma sin término que cuando llegue el Domingo de Ramos se disolverá -se empeñen en hacer lo que se empeñen en hacer- en calles sin bullas, ni músicas, ni cimbreo de candelabros, ni leve danza de caídas de palio, ni niños en brazos. Un Domingo de Ramos sin roleos dorados, cornetas y tambores puras ni música de caídas de palio acariciando los varales por Puerta Osario, sin cera llorando a compás por Caballerizas, sin palmera cimbreándose en el Salvador, sin la belleza aromada de nardo con la sangre más pura de Triana enfilando, valiente, el Altozano, sin humilde y paciente tristeza desafiando toda la luz y la alegría de la tarde, sin últimos latidos de amor sobre una rampa… Y sin Amargura.

Todas las Semanas Santas se funden como una única Semana Santa en la memoria. Pero también cada una de ellas es la única. "La Semana Santa no ha existido hasta ahora mismo" escribió Núñez Herrera. Como sucede con la cita de El mensajero es cierto solo en parte. Todas se funden como una en la memoria y cada una de ellas, a la vez, es algo que no existe hasta que no se ve el primer nazareno. Lo perdido nunca se recuperará porque cada Semana Santa es única. Habrá otras, claro. Pero no para los ojos que se cerraron sin volver a llorar viendo venir la imagen de su devoción en su paso, las túnicas que solo saldrán de los armarios para amortajar, los labios que no darán su último beso al Señor, las primeras túnicas de capa que se quedarán chicas sin haber sido estrenadas, los niños que no se cogerán en brazos, los padres y madres que no reconocerán a sus hijos tras un antifaz. Lo no vivido en 2020 y lo que no se vivirá en 2021 nunca volverá. ¡Cuántos incensarios de plata darán nuestra pena en punto en aquel sitio!

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