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Contra el pensamiento libre

Cambiar de opinión era apreciado por la mitología griega y se consideraba el pensamiento flexible como una virtud

Nada hay más molesto para el poder que la persona libre, máxime si está dotada de una cierta cultura, entendiendo por ésta no la posesión de títulos académicos y universitarios, sino la cordura y la inteligencia natural, rasgos poco frecuentes. Es lo que Balmes trató en El criterio que, aunque se asimiló al denominado sentido común, era en realidad mucho más que un método para acercarse a la verdad. Tener criterio, sentido común y buscar honradamente la verdad, es poco común como recoge el famoso dicho.

Una persona crítica y congruente con su pensamiento es libre y no admite la sujeción a consignas y directrices dictadas desde arriba, con la única posibilidad de seguirlas al pie de la letra, sin rechistar, ya saben, aquello de que el que se mueva no sale en la foto, frase que resume una forma de entender el pensamiento y no admite debate. Y así hemos estado durante años, pero de todo se cansa uno y algunas personas inquietas comienzan a moverse, nada más incómodo para los dirigentes sectarios de uno y otro bando.

El librepensamiento, según dice el diccionario, es la doctrina que reclama para la razón individual independencia absoluta de todo criterio sobrenatural. Los que la ejercen, los llamados librepensadores, llevan lustros en horas bajas. La mediocridad imperante se encuentra más cómoda sujeta a unas directrices que Sloterdijk definió como normas para el parque humano. Pensar es más difícil y actuar en consonancia con uno mismo una rara avis que pocas veces conduce a algo positivo desde el punto de vista material. Cambiar de opinión era apreciado por la mitología griega y se consideraba el pensamiento flexible como una virtud. Para Churchill, fanático es aquél que no puede cambiar de opinión ni quiere cambiar de tema. Aquello de escuchar a todo el mundo, pero cambiar de opinión nunca.

Los españoles asistimos impávidos al espectáculo actual de unos fanáticos que, lejos de cambiar de opinión para buscar la verdad machadiana, lanzan una perorata inamovible siguiendo los dictados de asesores y aduladores. La propaganda, siempre en manos del poder, se encarga de hacer el resto. Algunos clarividentes y librepensadores, como varios articulistas de este periódico que personifico en José Aguilar y Alfonso Lazo, nos hacen mantener a sus lectores la esperanza de que no todo se ha perdido, que el pensamiento libre no desaparecerá del todo.

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