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EN TRÁNSITO

Eduardo Jordá

Lo peor de lo peor

SE suele creer que el dimitido Silvio Berlusconi representaba los intereses de la derecha, y eso es verdad hasta cierto punto, pero Berlusconi hizo su carrera a la sombra del Partido Socialista Italiano de Bettino Craxi, que acabó sus días acusado de corrupción y escondido en su lujosa villa de Túnez. Y si lo pensamos bien, el modo de hacer política de Berlusconi ha mezclado lo peor de la derecha con lo peor de la izquierda, ya que ha fundido ambas tradiciones en una especie de populismo sensacionalista que entendía la política como una simple prolongación de la televisión, así que sustituía los votos por los índices de audiencia, y la educación y el esfuerzo por el culto al dinero y a la fama (por desgracia, Zapatero tenía mucho más de Berlusconi de lo que nos hizo creer en un principio).

No conviene olvidar que el berlusconismo está representado en España por la cadena Tele-5, que es capaz de cultivar la amoralidad hedonista e irreflexiva de la peor izquierda junto con la fascinación por el lujo de la peor derecha. Basta recordar que los representantes más visibles de Tele-5 son Belén Esteban y su catetismo fashion, que se inclina hacia el PP (ella mismo lo dijo), o bien los presentadores Jorge Javier Vázquez y Jordi González, que son partidarios declarados del PSOE, o mejor dicho, del peor PSOE populista. Jordi González ha llegado a entrevistar en La Noria a la madre del Cuco, y encima pagándole por la entrevista, con lo que ha desencadenado una campaña en su contra y hoy ya no hay ni una sola marca publicitaria que se atreva a anunciarse en su programa. Ni siquiera WC Net, una marca de material de limpieza para inodoros. WC Net, repito, y tápense la nariz.

Digo esto porque la única política que nos sacará de la crisis es una nueva visión que combine no lo peor de la derecha y de la izquierda, como ha hecho Berlusconi, sino al contrario, lo mejor de las dos tradiciones. Y esta nueva forma de entender la política ha de combinar la austeridad del buen burgués que no consentía en faltar a su palabra con el esfuerzo solidario y la preocupación por la mejora individual que preconizaba el sindicalismo obrero de la II República. Y el gusto por el trabajo bien hecho con la defensa de la responsabilidad individual en todos los ámbitos de la sociedad (una exigencia que ha desaparecido del discurso de la izquierda, por cierto). Y por último, esta nueva visión ha de reconocer las conquistas sociales del Estado de bienestar como las más altas cotas de civilización a las que ha llegado una sociedad humana. No sé si esta nueva forma de entender la política existe en algún sitio (y me temo que no), pero es la única que nos serviría para salir de ésta. Si aún estamos a salvo de la telebasura, claro está.

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