LAS asociaciones de víctimas del terrorismo exigen que los culpables pidan perdón. Es comprensible y muy humano. Otra cosa es que, si la organización que agrupaba a los agresores ha decidido poner fin a los crímenes, después de años de eficaz lucha contra el terrorismo, el Estado no pueda aplicar las normas vigentes sobre reinserción de condenados, hasta que esa organización, o cada uno de los penados, pida perdón.

El terrorismo tiene una significación especial entre los delitos. Y no porque tenga una dimensión política: víctimas y sociedad consideran que son delincuentes comunes quienes ejecutan actos terroristas. Se les toma por tales para que no aleguen ningún eximente o atenuante derivados de una falta de libertad o déficit democrático. Las palabras que pronunció Aznar calificando a ETA como "movimiento de liberación nacional" fueron muy desafortunadas y aún no ha rectificado. También se atribuye al terrorismo un sentido diferente al del crimen organizado (narcos, mafias, bandas, etc). La distinta percepción del crimen terrorista, debe, por tanto, aludir a su impacto en la paz social, a la intención política que los terroristas han dado a sus actos y al efecto que ha tenido en sus víctimas que se agrupan como no lo hace ningún otro colectivo de víctimas de crímenes de una misma categoría. No hay asociaciones de víctimas de delitos de violación o de homicidios. Las hay, sí, de delitos de violencia de género o, eventualmente, de estafados en masa por delincuentes del orden económico. Pero ninguna de estas asociaciones ha pretendido que el perdón sea un requisito para nada; se han limitado a pedir el endurecimiento de las penas o mayores medidas de protección para evitar los mismos delitos en el futuro. Hay casos en que familias de las víctimas han pedido la aplicación de "técnicas de interrogatorio" de cualquier índole, con tal de obtener una confesión; y que piden que el condenado no salga jamás de la cárcel. Igual ocurre con los violadores, de los que se dice que nunca se "curan" y por ello son de reinserción imposible. Pero esas demandas no han alterado la actuación policial ni procesal ni penitenciaria del Estado.

Pedir perdón alivia el espíritu de quien lo solicita y gratifica a quien recibe la demanda. Bueno es que se pida… y se conceda. Ahora bien, la ausencia de esa petición, o la eventual negativa a otorgarlo, no debe interferir en la aplicación correcta de las leyes sobre penados, desde las reglas penitenciarias hasta la reinserción del delincuente. El Estado debe respetar las leyes democráticas, al margen de comprensibles deseos subjetivos.

La sociedad, víctima también del terrorismo, tiene derecho a seguir adelante en el fin del terrorismo y en la paz social.

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