COMO un cuento de Navidad, pero al revés, con un final más emotivo que feliz, más conciliador con el género humano que provechoso para un protagonista que, seguramente, habrá de seguir vendiendo pañuelos en su semáforo de siempre. Cuando raro es el día que no hay que taparse la nariz en la lectura de un nuevo caso de ambición y desvergüenza, cuando se piensa que quizá conviniese poner un policía a cada españolito en la sensación dolorosa de que el que no roba es porque no tiene ocasión de hacerlo, la noticia del nigeriano Pedro es una perla en este estercolero. Devolviendo una cartera repleta por la sencilla razón de que no era suya mientras cierto prójimo le afeaba el gesto porque "yo de ti no la habría devuelto" es un cuento navideño con los papeles cambiados, en el que la dicha no recae en el necesitado sino que es él quien la ha repartido.