La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

El pésame a un concejal

Hay que acompañar en el sentimiento a Antonio Muñoz, porque Sevilla se ha quedado sin turistas

Hace ya muchísimos años que estábamos una tarde en la redacción de Diario de Sevilla en pleno debate sobre los protagonistas de las palmas y pitos, la sección que pone de los nervios a los concejales y otros representantes públicos. Se acababa de morir un lince de Doñana antes de que Antonio Pizarro los fotografiara, porque todo el mundo sabe que desde que Antonio se dedica a su observación con la cámara, los linces son como la maja ante Goya con fondo de marismas y dunas. Están todos los felinos más felices que Pedro Sánchez en la Moncloa. ¿Han visto que ya no se muere un lince? No, no es por el Gobierno del Cambio, donde hay linces y torpes, sino porque están todos deseando salir en las fotografías de uno de los mejores fotoperiodistas de Andalucía. Pues estábamos aquella tarde nominando palmeados y pitados cuando alguien ofreció para el castigo a la consejera de Medio Ambiente por la muerte de un lince, en aquellos meses en que nos quedábamos sin ejemplares de un animal ibérico al cien por cien. Y en ese momento una voz se apiadó de la consejera: "¡Habría que darle el pésame y no los pitos, hombre por Dios, que no le va a quedar ni uno!". Pues eso mismo opino yo hoy de Antonio Muñoz, concejal de Urbanismo que rima con Turismo, que por eso le pondrían Hábitat Urbano, que tiene nombre de geriátrico. Pues al gran Antonio hay que darle el pésame porque se ha quedado sin turistas zarrapastrosos de los que comemos. Nunca se olvide. Somos hiperdependientes del sector servicios, de esos visitantes patibularios que llenan los restaurantes sin manteles y que se beben la sangría que usted y tantos como usted desprecian. Solidaridad con Antonio Muñoz en estos tiempos en que el fuerte se queda sin indios ni vaqueros, sólo con sevillanos tiesos de bañito en el Labradores, el Mercantil o el Náutico, con la merienda hecha en casa para los niños y un café con sacarina para los padres. Si usted se encuentra con el gran Muñoz por la calle no le dé un abrazo porque está prohibido, pero dele el cabezazo de rigor, mándele una tortas de aceite de las que le encantan (se le alaba el gusto) y encienda una velita a San Judas Tadeo en cuanto reabra el atrio de San Antonio Abad. O los sevillanos comienzan a visitar el Museo, el Alcázar y la Catedral, y suben las 33 rampas de la Giralda o no sabremos cuándo volverán las colas de turistas para alivio del concejal que ayer estaba con Obama y planeando los vuelos a Nueva York, y hoy está rezando para que Mateos Gago vuelva a ser el corredor de visitantes sudorosos que llenan los veladores desde las seis de la tarde. Dicen que ha mejorado el agujero de la capa de ozono. ¿Y cómo ha mejorado Mateos Gago? Anda que no. Y eso sí que era difícil.

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